Capítulo IV

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    La puesta de sol comenzaba. Cada vez eran menos coches los que transitaban en las solitarias calles. El cansancio iba en incremento con cada paso que daba, mis brazos estaban débiles al igual que mis piernas.

    Con Gregory a mi cuidado debía ser precavido y darme prisa. Las noches en la ciudad eran muy peligrosas. Sus suaves ronquidos transmitían paz en mis oídos. Me alegraba que estuviera dormido, así no tendría que preocuparse por nada.

    Mi andar por la calle principal se vio irrumpido por la llegada de unos policías a la zona. Mis sensores se pusieron en alerta, los seguí con la mirada cautelosamente. Ellos vigilaban unos edificios en la calle de Cloverfield Streat.
¡¿Acaso nos habían localizado?! ¡¿Cómo es posible que puedan saberlo?! ¡¿Tendré un GPS en mi interior?!

    Entré en paranoia. Hice un análisis rápido de mis sistemas pero no encontré nada inusual. Sin más opciones a mi alcance, decidí despertar a Gregory, tenía que estar informado sobre nuestra situación.

    —Gregory... Despierta, little Superstar —susurré a su oreja y lo mecí delicadamente.

    Se removió en mis brazos con incomodidad, dio un pequeño bostezo y me miró confundido.

    —¿Qué ocurre, Freddy? —pregunta muy desorientado.

    —Ya casi llegamos al edificio Bramford, pero hay unos policías rondando por el área. Necesitamos escondernos en otro lugar, o al menos hasta que ellos se vayan.

    —Mierda... —maldijo. No le reprendí nada en esta ocasión, no era el momento—. Debemos escondernos... Déjame pensar.

    Me moví de la calle y busqué un callejón en el cual podríamos estar más protegidos. 

    —¡Ya sé! Entra a la tienda de vinilos. Nos esconderemos ahí por unos minutos, después podremos volver a encontrar el edificio. ¡Vamos!

    Acaté sus órdenes, corrí lo más rápido que mis piernas pudieron soportar. No le comenté a Gregory acerca de mi batería, creo poder aguantar aunque sea un poco más de tiempo.

    Doblando la esquina de la calle, justo enfrente se encontraba el viejo local de vinilos. Parecía haber cerrado años atrás debido a la quiebra de sus ventas.
El lugar estaba oscuro, sucio. No era el sitio indicado para que un niño pueda entrar.

    Me adentré al recinto y mis ojos se iluminaron en la oscuridad. Reconocí las filas de estanterías con discos, algunas parecían tener más artículos que otras. Los vinilos se hallaban regados por doquier, estaban polvorientos y rotos. Seguramente hay cientos de ellos que nunca llegaron a manos de personas que pudieran darles un uso.

    —Bájame, Freddy —dijo Gregory, muy ansioso por explorar el lugar.

    Él saltó de mis brazos, miró alrededor y comenzó a inspeccionar nuestro pequeño escondite.

    —¿Conoces los vinilos? —me pregunta mientras recoge del sucio suelo un disco partido por la mitad.

    —Por supuesto, puedo saber absolutamente todo gracias a mi avanzado sistema de búsqueda —indagué un poco por internet solo para responder a su pregunta—. Vinilo: disco de música hecho con resina plastificada.

    —Siempre tienes una respuesta exacta para cualquier duda. Es... raro —comentó.

    ¡Oh, no! Otra vez complicando la mente infantil con mis argumentos para nada comprensibles.

    —Lamento confundirte de esa manera, Gregory —pedí una disculpa sincera. Tenía que hacer un block de nota mental. No volvería a cometer un error.

El Dilema De Freddy FazbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora