Zeus

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      AFRODITA estaba furiosa con su hermana

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      AFRODITA estaba furiosa con su hermana.

Ella recordaba con amargura los meses angustiantes que Aidan había tenido que pasar para poder superar su adicción, y ahora, luego de demasiados años, enterarse que ella había vuelto a recaer hacia que un escalofrío recorriera todo su cuerpo. Aidan estaba cabizbaja, demasiado avergonzada para poder mirarla a los ojos. La diosa del amor sabía que ella podía sentir su fuerte mirada sobre ella.

Antes de que ella pudiera regañar a su hermana, la pelinegra sentada en el borde de la mesa preguntó con un tono suavemente letal:

—¿A qué te refieres con eso, Afrodita?

Ella frunció el ceño y la miró con confusión.

—Disculpa, ¿y tú quién eres? —preguntó la diosa del amor.

La mujer rio y se golpeó la frente con suavidad.

—Olvidaba el camuflaje —respondió con una sonrisa divertida—. Me había acostumbrado.

Ella chasqueó los dedos y el aura alrededor de las mujeres cambió en un parpadeo. Sus rasgos y su esencia se volvieron sumamente reconocibles.

—Circe y Perséfone —susurró Hefesto con sorpresa—. ¿Pero cómo...?

—Así es —afirmó Circe, la pelinegra, con una sonrisa—. Fue un hechizo diseñado por Aidan y por mí para que ninguna entidad del Olimpo pueda reconocernos. Su finalidad es engañar a su cerebro cambiando uno que otro rasgo y borrando cualquier pizca de poder de nuestra esencia. Todo esto, acompañado de nuevas identidades, y somos dos simples acompañantes humanas.

Afrodita miró impresionada a Aidan, sus ojos ligeramente más abiertos que de costumbre por la sorpresa que la noticia le causaba.

—¿Tú diseñaste el hechizo?

—He mejorado bastante con mis poderes estos últimos años —susurró Aidan.

Perséfone, la mujer pelirroja que se encontraba al lado de Hades, miró con reproche a la diosa.

—Pensé que habíamos acordado que no iba a ocurrir ningún acto de violencia en esta reunión al menos que fuese en defensa propia, Aidan —dijo ella—. ¿Qué fue lo que pasó para que te encerraras con él y colocaras una daga en su cuello?

—Él me amenazó —acusó con rapidez la diosa, alzando su cabeza y señalando al dios del sol con el dedo.

Apolo volteó a verla tan rápido que la diosa del amor juró que su cuello había crujido por el movimiento tan brusco que hizo.

—¿Disculpa? ¿En qué momento llegue a amenazarte? —preguntó él mientras se cruzaba de brazos, claramente ofendido por la acusación.

Ella bufó y volteó los ojos.

—Creo que cuando una persona que viene por parte de un dios que ha tratado de eliminarte desde que se enteró de su existencia y dice que tiene una advertencia de parte de ese mismo dios suena bastante amenazante, ¿no crees tú, rubiecito? Además, que fueras particularmente tú el que me iba a dar esta advertencia tampoco es muy pacifico para mi gusto.

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2022 ⏰

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