Minas

72 11 0
                                    

Jack Conway decidió dejarlo todo atrás, otra vez más. Llevaba días sin aparecer por su cada, solamente bebiendo hasta que los soldados rusos se lo llevaban para golpearlo, alejados del resto de la sociedad.

Recordando lo que le dijo aquel vendedor; se enlisto en las minas. Y estando allí, no sentía nada, cada día había una nueva explosión, siempre alguien muriendo, cientos de personas sepultadas pero cobraban algo más que la media.

Dinero que le daba para comprar alcohol, el cual usaba para tratar de olvidar. Quería olvidar aquel hombre ruso que le había robado el corazón. No podía hablar con nadie, ni con aquel chico rubio al cual había visto besar a uno de los guardias, nadie le era de confianza. Solo su vodka, el alcohol más barato de la madre Rusia.

Su mal humor incrementó, y con ello, su respeto por su propia vida. Odiaba a todos, o eso decía. Sabiendo que todo esto era por su propio mal de amores, sin querer admitirlo.

Aunque sí había prosperado en algo, le gustaban los hombres. Esos latigazos no habían servido de nada, jamás admitiría que era ese maldito ruso el que le había hecho darse cuenta de que no podía cambiar lo que era. 

No había querido volver a Moscú, ni pisar San Petersburgo. Incluso había pensando en dejar el país, pero no entendía que le hacía quedarse allí cuando podría haberse ido a un país más caliente y no congelarse las pelotas como un subnormal.

Aunque con el pasar de los años se dio por vencido; era un minero. 

Uno que veía pasar a los soldados rusos marchando hacía la frontera, sabiendo lo que estaba pasando y sin querer entrometerse.

Un minero que al toser expulsaba sangre. Uno más de tantos. Ni si quiera tenía el honor de ser especial en eso y ya había visto como sería su muerte. 

Había escuchado rumores de que iban a matar a la familia real, habían habido varias revoluciones en la capital. La gente se moría de hambre. 

Y él solamente esperaba a que su final llegara. 

Sin embargo, una noche estaba bebiendo en compañía del otro borracho del pueblo. - Es una pena que vayan a acabar con los Volkov. Ahora que su hijo mayor ha cumplido 5 años. - Jack alzó una ceja bebiendo de su botella. - Mira, robe una foto del periódico donde sale el zar y su familia. 

Jack escupió, arrebatándole la foto y fijándose en aquel hombre con frondoso bigote y mirada triste. 

Por eso no había vuelto... Porque él era el zar. Porque le estuvo ocultando la verdad.

Sus pensamientos fueron detenidos al recibir un fuerte golpe del hombre pidiéndole de vuelta su foto. Lo normal hubiera sido devolver el retrato y quedar ambos en paz, sin embargo, allí empezó una pelea donde uno de los dos debía terminar muerto y por alguna extraña razón; Conway no quiso morir esa vez.

No miró atrás cuando cogió sus pocas pertenencias y marchó de allí. Huyendo de la justicia y con un dolor de pecho que está vez no le pondría el nombre de Viktor. 

Él iba a morir, lo podía sentir en sus huesos y lo había estado sintiendo cuando el pico flaqueaba en sus brazos. Tenía 35 años. Ya era viejo y estaba en la edad para partir. 

No sabría si llegaría con vida a su destino, sobretodo cuando tenía que estar colándose entre trenes, carros y todo aquello que fuese a Moscú. 

Iba a ir a su casa. 

Estaba cansado, y simplemente quería morir en su casa. Había sufrido por su amargo corazón, y ahora ya sabía que Viktor estaba bien, sí, era cierto que habían habladurías de que iban a matar al zar de Rusia. Ya, ¿y cómo conseguirían infiltrarse en el castillo con toda la protección que este tenía? 

Royal SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora