Sexto pucherito ✓

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Un par de horas más tarde, un nuevo problema había surgido entre ambos Lee

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Un par de horas más tarde, un nuevo problema había surgido entre ambos Lee.

Mark jamás pensó que cambiar un pañal sería tan difícil.

Lele había tomado leche con chocolate por la mañana, después había comido su infaltable papilla de manzana y por último un gran biberón de juguito de uva, era obvio que la naturaleza iba a llamar, pero lograr cambiar un pañal estaba resultando ser un verdadero desafío para Mark Lee.

Chenle corrió por toda la casa negándose a ser limpiado, se había metido debajo de la mesa, entre los muebles y alrededor, detrás del armario y debajo de la cama, Mark no había hecho tanta actividad física en mucho tiempo.  Finalmente había logrado atraparlo cuando el bebé estaba intentando ocultarse dentro del refrigerador. 

¿De dónde rayos había sacado esa idea? 

Una vez lo tuvo en sus brazos, fueron directo a la habitación en donde horas atrás, el regordete cuerpito de Chenle había cometido un horrible crimen en contra de su computadora.

Le quito los pequeños pantalones y se cubrió la nariz haciendo caras raras. 

– Chenle creo que te estás echando a perder. 

El pequeño pelinegro soltó una risita adorable y milagrosamente se dejó limpiar pero huyo en cuanto su papá fue a tirar el pañal sucio a la basura, cuando Mark volvió la vista a la cama, lugar en el que su hijo debería estar, lo encontró bajando entre las sabanas por el lado contrario del que él estaba.

–Ah, no de nuevo hijo mío.

Mark suspiro y rodeo la cama con intención de sujetar al niño pero Chenle se escabulló por debajo de la cama para salir de la habitación.  El pelinegro mayor camino detrás de su pequeño hasta la sala, no tenía tantos ánimos para volver a correr tras él así que sólo lo observo sentarse sobre una almohada que estaba en la alfombra y comenzar a jugar con su viejo conejo de peluche. 

Había decidido que podía dejarlo así un rato, en lo que el se recuperaba del agotamiento físico y mental que su ángel le estaba provocando, lo miró nuevamente y el bebé estaba sumamente concentrado en jugar con ese conejo feo, se levantó del sofá y fue hasta la cocina por un vaso de jugo.  Cuando estaba sacando el envase del refrigerador, un ruido de algo rompiéndose lo hizo girar la vista de inmediato hasta donde había dejado a su bebé y como un deja vu, Chenle ya no estaba sentado en la alfombra, en cambio estaba parado de puntitas frente al estante donde se encontraba la televisión. 

Chenle estaba estirando su regordeta manito, con la intención de tocar los botones de la TV, pero en su afán por encenderla, el cisne de porcelana que tanto cuidaba Donghyuck estaba partido en pedazos sobre el suelo. 

Ni bien recuperó el sentido, corrió a tomar en brazos a su bebé, alejandolo de los peligrosos pedazos de la porcelana.

–Cielito, últimamente rompes todo lo que tocas, ya no te dejaré jugar con el tío Jaehyun. 

Chenle soltó una risita y se acomodó sobre el pecho de Mark en un cálido abrazo. 

El pelinegro mayor suspiro, y fue a sentarse en el cómodo sofá con su bebé, quien aún seguía sin pañal ni pantalones. 

Estuvo besándole las mejillitas y haciendole cosquillas, todo parecía muy lindo y tierno hasta que Mark sintió un líquido caliente recorrer desde su abdomen hasta sus piernas.  Sabía lo que era y no quería bajar la mirada, no quería hacerlo porque sabía que aún se encontraban en el sofá, y bueno sus muslos también podían sentir la humedad. 

Con un suspiro de resignación, alzó a su bebé y bajo la mirada hasta su regazo, donde por supuesto, Chenle había decidido dejar salir el juguito de uva que había consumido. 

Su camiseta, su pantalón y más importante, las almohadas del sofá estaban mojadas, lo suficientemente como para tener que encender la lavadora y meter todo ahí rogando para que se secaran antes de la llegada de su lindo Hyuckie. 

Le dedico una mirada cansada a su bebé y luego miró de nuevo el sofá, Lele le siguió la mirada y con una manito en la boca sonrió.

–Oh oh. 

–¿Eso el lo que dirás en tu defensa, pequeña regadera? 

No había más que pudiera hacer, regreso a la habitación, se cambió la ropa después de asearse el cuerpo, limpio y vistió a Chenle con toallitas húmedas, para después dirigirse al cuarto de lavado y encender la máquina, metiendo las almohadas y su ropa. 

No, ya no despegaría sus rasgados ojos de su pedazo de cielo en ningún momento.

No, ya no despegaría sus rasgados ojos de su pedazo de cielo en ningún momento

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Un día con papá ➜ Markhyuck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora