Segunda Noche.

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— Tenemos que levantarnos Hoonie. — reclamó el australiano al ver que su querido novio seguía tumbado en la cama sin aparentes ganas de salir de entre las cobijas.

— Aún es muy temprano... — refunfuñó de mala gana viendo como Jake le proporcionaba una efímera y molesta mirada para finalmente jalarlo fuera de las sábanas, Sunghoon reaccionó rápido gritando entre risas al sentir como las manos de Shim apretaban sus tobillos para tratar de jalarlo fuera de la cama.

— ¡Tu hermana llega en menos de una hora!

— Entonces tengo cinco minutos menos de una hora para seguir aquí. Ven conmigo. — le pidió jalando sus brazos para tumbarlo en el colchón y abrazarlo escuchando la escandalosa voz de Jaeyoon haciéndose presente.

Todo era risas hasta que Jake básicamente lo obligó a salir de la cama para vestirse y esperar a su hermana, aunque cierto cosquilleo en la caja torácica del coreano lo alarmó.

— Bebé... Ve saliendo tú a esperar a Jihyo, saldré en un momento. — dijo débilmente Sunghoon aferrándose al barandal de la escalera para conducirse al baño.

— ¿Te sientes bien? — preguntó Jaeyoon al notarlo más pálido de lo común, teniendo en cuenta que su piel de por sí era muy blanca.

— Sí cariño, solo me mareé un poco. — comentó con una fingida sonrisa. La mueca en el rostro del australiano le dejó en claro que no había podido disimular bien su dolor.

— ¿Estás seguro? No te vez bien jagi...

Te prometo que todo está bien amor, solo me siento un poco... — quiso terminar su sentencia más el poco control que tenía sobre sus extremidades había desaparecido y su fuerza había disminuído al punto en que sus piernas lo habían dejado caer al suelo para dañarse las rodillas y escuchar el sonoro grito de su pareja corriendo hacia él.

— ¿¡Sunghoon!? ¿¡Sunghoon qué pasa!? ¡Sunghoon! — las lágrimas comenzaban a acumularse en sus orbes marrones, las manos le temblaban ante la triste figura del chico que le había salvado la vida tumbado sobre el frío suelo de madera. Park se cubrió la boca con las palmas de sus manos.

Sangre.

Sunghoon estaba tociendo sangre.

— ¡SUNGHOON! Amor mírame, ¿¡Qué pasa!? — no podía hablar con claridad, su garganta picaba en un intento por gritar por ayuda, sus manos temblaban sucumbiendo ante el miedo.

— Jaeyoon... — logró decir el nombre del australiano entre el salado sabor de su sangre.

Pánico. Pánico se leía en las marcadas facciones del australiano. Pánico al ver cómo la persona que amaba estaba pendiendo de un hilo. Pánico de saber que si no actuaba rápido todo lo que se imaginaba que podrían construir se iría al completo carajo.

— ¡Ayuda! — gritó desesperado como si eso fuera a darle respuesta. No había ser vivo cerca a kilómetros. Vió como el de tés pálida buscaba algo con su mano en su bolsillo; relevó al coreano de su acción y le pasó un tubo con ovaladas pastillas blancas.

Corrió hacia la cocina a tomar un vaso de agua y se lo trajo con las piernas flaqueando queriendo caer por su temblorina. Sunghoon tomó débilmente el vaso de cristal y lo condujo a sus labios junto a su píldora. Poco a poco comenzó a estabilizarse.

Limpió con el dorso de su mano la sangre que aún reposaba sobre su boca y tosió una última vez para sujetar la muñeca de Jaeyoon y levantarse del suelo; este lo miraba incrédulo, quería perquirir un millón de incógnitas más de su boca no salían más que sollozos.

— Sunghoon... — logró pronunciar con los ojos mojados y la nariz sonrojada. — ¿Qué fue eso? — preguntó cuidadosamente acercándose hacia el más alto. Quiso abrazarlo sintiendo que su novio se tensaba.

— Perdón por no decirte...

— Shhh, lo más importante ahora es que estés bien, ¿Qué fue eso?

— Un infarto.

— ¿¡Qué!? — exclamó Jake mirando hacia sus ojos en busca de otra respuesta.

— Toca, siente. — le dijo tomando sus pequeñas manos entre las suyas más largas, condujo la palma de la mano de Shim hacia su pectoral izquierdo, haciéndolo sentir su descontrolado corazón. — Tengo una enfermedad cardíaca.

— Sunghoon... Tú...

— No voy a morir. No ahora, todavía necesito hacer mucho por ti. — le prometió; besó su naricita y lo pegó aún más a su delgado cuerpo en un abrazo. Las lágrimas comenzaron a fluir de ambas partes, ambos preocupados y asustados en el fondo, pero lo suficientemente enamorados y cegados como para creer que por arte de magia aquella enfermedad desaparecería y los dejaría vivir en paz.

Una depresión y una enfermedad cardíaca. Ambas suficientemente letales para dejarles los días contados.

Después de cerca de diez minutos en un profundo abrazo separaron sus cuerpos para dedicarse una tierna mirada llena de calidez.

Jake procedió a cambiarse su pijama, quitándose deliberadamente su camiseta enfrente de Sunghoon; este último mirando detalladamente el cuerpo del menor, observando atentamente como claramente le faltaban varios kilos para estar en un peso saludable, como habían miles de marcas moradas e incluso ya un poco marrones o verdes en todo su cuerpo, cortes y rasguños en sus brazos y piernas. Tantas lesiones que le hacían hervir la sangre; más sabiendo que unos se los había provocado él mismo y otras eran por terceros.

— Jakey... — susurró ganándose la atención del más bajo.

— Dime jagi.

— ¿Porqué estás tan lastimado? — preguntó fingiendo su inocencia sabiendo de antemano que Jake notaría que ya lo sospechaba.

— Mis papás...

— ¿Sólo tus papás? ¿Tus papás te hacen cortes en las piernas? — dió en el clavo, Jake bajó la mirada.

— Perdón...

— No me tienes que pedir perdón a mí, te tienes que pedir perdón a ti mismo.

— Me siento culpable, y cuando me siento culpable me hago eso. — declaró queriendo cubrir sus heridas recientes. Sunghoon posó su mano sobre su muslo atrapando en su palma aquellas líneas rojas.

— ¿Porqué te sientes culpable?

— ¿¡Porqué carajo no debería sentirme culpable!? Soy la jodida decepción de mi familia, no tengo un puto amigo en mi vida y para colmo tengo ahora tanto miedo de que tú, la única persona que me quiere y me acepta tal cual soy se pueda ir de mi lado. Sunghoon tengo tanto miedo que no sé cómo vivir con esto; no sé cómo sigo viviendo con tanto miedo. — terminó espetando las últimas frases, sintiendo su garganta desgarrarse ante el llanto y sus mejillas volverse rojas con el paso de las saladas lágrimas que volvieron a hacer su aparición. Odiaba eso, odiaba ser débil, odiaba que la gente lo viera tan vulnerable. Pero si Sunghoon era su único rayito de sol en su eterno invierno, al mismo tiempo, irónicamente, se convertía en automático en el único que podría conocer esa parte de él.

— Jake, ¿Porqué tienes miedo? ¿No crees que somos muy jóvenes como para decir que nos estamos quedando sin razones? ¿A quién le importa el mundo? Si yo solo puedo verte a ti.

Y así, Park extendió sus brazos para invitar a Shim a un abrazo, un abrazo que sabía que ambos necesitaban.

Un abrazo que tenían miedo de que pudiera ser el último.

𝙋𝙍𝙄𝙈𝙀𝙍𝘼 𝙔... ¿𝙐𝙇𝙏𝙄𝙈𝘼 𝙉𝙊𝘾𝙃𝙀?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora