Tercera Noche.

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Ese día Sunghoon debía ir a un electrocardiograma.

Había sido complicado sacarse a su novio de encima, puesto que habían acostumbrado a pasar bastante tiempo juntos, les encantaba la compañía del otro. Shim había peleado fuertemente con sus padres por lo prácticamente diario y ordinario: que no aceptaran su orientación sexual; la pareja de mente cerrada habían encontrado una foto de su hijo con otro chico tomados de la mano frente a un bonito paisaje en lo que parecía un bosque, por lo que ambos habían enfurecido y habían amenazado con golpearle nuevamente.

Shim no soportó más, estaba harto.

Por lo que tomó todas sus cosas de valor y huyó de casa.

Al principio se había regañado mentalmente por haber hecho aquello, ya que no tenía ni un centavo como para pagar un alojamiento de renta en algún departamento, y mucho menos para comprar una morada, también teniendo en cuenta que era menor de edad.

Park había ofrecido su casa al instante en cuanto su chico le llamó llorando contándole todo, su madre no se había opuesto, a final de cuentas había tomado cierto cariño por el australiano y estaba acostumbrada a que el novio de su hija básicamente viviera bajo su techo de igual manera.

Por lo tanto, había sido un poco difícil convencer a su familia de ocultarle cualquier detalle de su enfermedad a su novio, y mucho más complicado había sido intentar hacer que no se preocupara porque Sunghoon repentinamente se viera tenso y preocupado antes de ir a una cita médica, más aún siendo que Park tenía una personalidad relajada y despreocupada, como si no hubiera ni un solo problema en su vida.

Aunque su propia vida fuera un problema en sí.

El pelinegro arribó a la clínica familiar a la que solían acudir, saludando a su doctora como era cotidiano.

- ¡Sunghoon! Te ves mucho mejor. - exclamó Nayeon apenas lo vió entrar. - Subiste de peso, y te ves más feliz. Me alegro mucho, querido. - le dijo la mujer con una espléndida y honesta sonrisa en el rostro, haciendo a Park sonreír igual.

- ¿Qué te digo, Im? El amor. - se burló su madre viendo el rostro enrojecido de su hijo.

- No me digas que...

- Exactamente.

- ¡Hoonie! - exclamó la mujer feliz atrayendo a Sunghoon a un abrazo. - Felicidades, pequeño.

Sabiendo que no podían quedarse todo el día platicando, la doctora lo hizo recostarse en una camilla, como ya era cotidiano. Se quitó la camisa dejando a la vista su torso, se levantó el pantalón para dejar descubiertos sus tobillos al igual que se quitó las pulseras que llevaba.

Nayeon procedió a colocar unas pequeñas pinzas en sus muñecas y tobillos, mientras que a lo largo y ancho de su pecho y parte del estómago ponía unos artefactos que parecían pequeños chupones de metal que jalaban ligeramente su pálida piel.

La doctora miraba una máquina que registraba el ritmo cardíaco de su joven paciente, sonriendo en grande al ver la notoria diferencia entre su última consulta y la actual.

Mandó imprimir el electrocardiograma y dejó a Park volver a ponerse su camiseta.

Le entregó la hoja a su madre aún con una sonrisa en el rostro, para la tranquilidad del muchacho. Salieron felices de la clínica, Sunghoon aún pidiéndole a su madre que no hablara con Jaeyoon sobre el tema.

- Mi amor, en algún punto le vas a tener que decir a Jake... - susurraba su madre acariciando el hombro de su hijo con la palma de su mano.

- No quiero preocuparlo...

𝙋𝙍𝙄𝙈𝙀𝙍𝘼 𝙔... ¿𝙐𝙇𝙏𝙄𝙈𝘼 𝙉𝙊𝘾𝙃𝙀?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora