3. ¿TE GUSTA?

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Estoy en esos momentos donde no encuentro un maldito punto al cual mirar, no tengo valor para verlo a él, tengo miedo en que, en el momento en que lo haga mis ojos coincidan con los suyos.

—Bien, sé que esta es su última clase, de antemano les pido una disculpa por llegar tarde, hoy seré breve, solo tomare lista y podrán irse—explica con su atrayente voz gruesa.

Joder, ya, valí, dirá mi nombre y se dará cuenta de que aquella chica acosadora es su nueva alumna, a menos que no me recuerde en lo absoluto.

Con inmenso terror me atrevo a mirarlo, está recargado hacia atrás sobre la silla tras su escritorio, centrado en la lista de asistencia, mencionando los nombres de esta uno por uno.

Es tan sexi, este hombre atrae a cualquier mujer y es de notar que las chicas de aquí estén tirando baba a sus espaldas.

—Brisa Gil—su varonil voz pronuncia mi nombre, provocando que me sobresalte un poco desde mi pupitre.

—Aquí—levanto mi mano tratando de no temblar.

Su vista viaja de la lista hacia mí, al verme sus ojos se abren, mirándome como si supiese quien soy, es claro que ya me recordó.

En este momento no deseo otra cosa que solo desaparecer.

—Prosigo—se acomoda en su escritorio volviendo sus ojos a la lista.

Siento como la humillación recorre por todo mi cuerpo, estoy segura de que ambos compartimos un pensamiento, yo lo identifico como "el hombre sexi" y seguro él me identifica como "la chica que trato de desnudarlo con la mirada".

—Bien, les dejare una hoja para que se acerquen y me anoten sus números de teléfono, quien ya se haya anotado podrá salir—indica.

Al igual que mis compañeros me pongo de pie tratando de liberarme de la tensión, me acerco hacia la hoja y entre tanto alumno logro anotar mi número de teléfono.

Regreso a mi pupitre y tomo asiento para guardar cada uno de mis útiles escolares en mi mochila, concentrada en irme tan rápido como sea posible.

De pronto esa sensación de que me están observando me provoca levantar la mirada descubriéndolo a él aun sentado tras su escritorio, observándome.

En milisegundos se percata de que lo he descubierto, se toma por la nuca y de inmediato quita sus ojos sobre mí haciéndose el despistado, cuelgo mi mochila al hombro dispuesta a salir del aula con prisa, he confirmado todo con esa mirada, me deja en claro que me ubica.


—Chicas, deberíamos presentarnos personalmente con ese doctor—expresa Luna mientras caminamos por los pasillos del instituto.

— ¡¿Qué dices?! ¡No! —niego, espantada.

—Por un momento pensé que me diría algo por haberle tomado una foto—comenta.

— ¿Él es al que le tomaron una foto? —Sira ríe de forma sínica—. Vaya sí que están tontas, esto les pasa por andar acosando hombres en lugares públicos, que falta de profesionalismo.

— ¿Se dieron cuenta? Todas las chicas del aula estaban hablando de él, nosotras debemos hablarle primero, mucho antes que todas—propone Luna.

—A mí no me metan en sus juegos infantiles, yo paso a retirarme—el chofer de Sira se orilla hacia nosotras y Sira sube al automóvil para luego desaparecer.


Nos recargamos sobre uno de los barandales del estacionamiento, esperando a que mi hermano Hugo termine de dar clases para irme a casa, Luna al parecer vive cerca del instituto por lo que decidió acompañarme a esperar.

Las muñecas no lloran ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora