Es jueves en la tarde, un día más sin que me hable, incluso parece que se pierde apropósito por el instituto para ni siquiera verlo por los pasillos, lo he traicionado, ayer le dije a una persona de lo nuestro, o quizás, lo que fue lo nuestro, de igual forma, me hizo bien contárselo a alguien, en estos momentos a quien más requiero es a mi mama, quien siempre me escucha y me apoya, ella tiene el poder de convertir mis miedos en tranquilidad, pero ahora solo suelo hablar con ella ciertas noches por video chat, y no quiero que sepa que he venido a esta ciudad para pasar de nuevo por dramas, me es mejor no decirle sobre Gian, debo comenzar a manejar ciertas cosas por mí misma, sola y sin ayuda de nadie.
Estoy acostada, escuchando una canción triste para sentirme más triste.
"Billie Eilish & Khalid - Lovely".
Estoy en esa necesidad de subir el volumen a lo más alto para perderme en la música e ignorar todo lo que mi mente hace para lastimarme.
Miro mi teléfono, no vibra, pasan los segundos, los minutos y las horas, y no vibra, aún tengo la esperanza de que me llame y me diga que me extraña, que me invente algún pretexto así sea absurdo, que tal vez su teléfono se descompuso y que es por eso que no se ha comunicado, pero nada de eso sucede, todo se queda guardado en mis esperanzas y en mi imaginación.
Desde que salí de su última clase sentí tanta frialdad de su parte, me revuelvo la cabeza una y otra vez cuestionándome del cómo es posible que haya confiado en él, a veces quisiera enviarle millones de mensajes preguntándole "¿quién eres?", porque ahora no es la persona que creí que estaba conociendo, tal vez mi inocencia me hizo creer que era distinto.
Mi hermano aparece en la puerta de mi habitación por lo que me quito mis auriculares.
—Brisa, ¿estás bien? —me mira con inquietud.
—Si...estoy cansada es todo—forzó una leve sonrisa.
Jamás había batallado tanto para crear ese gesto en mi rostro.
Se acerca y coloca su mano en mi frente como todo un doctor.
—Estoy bien.
—Vine porque te busca un chico en la puerta.
Lo miro confundida.
—El imbécil ese de tu amigo...—se cruza de brazos con disgusto.
— ¿Ángel?
—Ese mismo—dice con molestia—. Vino a buscarte, está afuera esperándote—tuerce sus ojos.
—Oh, bien, ya vuelvo—me pongo de pie.
—Brisa—de inmediato me jala de la muñeca—. Ten cuidado con el—me encaja una mirada seria.
—Descuida—salgo hacia la puerta.
No voy a mentir, no tengo ganas de hablar con nadie, pero desde el domingo Ángel se la ha pasado llamándome y ni siquiera le he respondido, así que no actuare como otros lo hacen conmigo, talvez verlo me ayude a despejarme un poco de mi tormento.
— ¡Hola! —Ángel se acerca para abrasarme.
Me toma por sorpresa lo cálido que siento ese abraso, como si lo necesitara, por un segundo mi mente quiso engañarme pensando que a quien abraso es a Gian y no a Ángel, pero luego, al percibir la loción de Ángel me hizo volver a la realidad y recordar que aquel olor peculiar de Gian no está.
— ¿Te encuentras bien? —se aparta y me encaja una mirada fulminante.
—Sí, estoy desvelada es todo.
—Oh, ¿y ya comiste?
Ángel siempre con su típica pregunta sobre si ya he comido, es lindo y tierno de su parte ser atento en ese aspecto, parece que solo piensa en alimentarme.
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Las muñecas no lloran ©
Romance¿Él me gusta? Se apropió de mi mente, de mi corazón, de mi cuerpo, pero, sobre todo, de mi inocencia. En cuanto lo vi jamás imaginé que alguien me obsesionara tanto como para hacerme mil garabatos en la cabeza, donde mi principal garabato es él...