CAPÍTULO 1

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Sinceramente, no sé cómo contaros qué hago aquí porque ni siquiera yo lo sé bien.

Solo sé que mi vida ha sido una jodida basura desde que tengo uso de razón y, por culpa de toda esa mierda, he llegado a la maldita Corea.

Me agaché una última vez para asegurarme que los tacones estaban bien abrochados y me tiré de espaldas sobre la cama. Supongo que una fiesta nunca suena mal, aunque esta tenía pinta de ser una auténtica pijada. Al menos, podría estar bebiendo toda la noche ron, ginebra o whisky de marcas tan caras que seguro que ni conozco. Aún me parecía un poco estúpido lo de llevar máscaras, la verdad es que no me hacía falta una para pasar desapercibida.

Pero bueno, al fin y al cabo, aquí estaba. Llevaba un vestido de tirantas negro y largo, con la pierna descubierta por una abertura y una máscara veneciana del mismo color.

Por cierto, ni siquiera me he presentado. Me llamo _____.

Aunque, en realidad, normalmente me hago llamar Lilith. Me niego a que una panda de pijos a los que no podía ver ni la cara supieran lo más mínimo de mí. Suspiré mirando mi ordenador a través del espejo una última vez y salí de allí pegando un tirón de mi bolso para colgármelo al hombro.

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Cuando me bajé del taxi me sorprendió que superaran mis expectativas. El lugar era la segunda planta de un museo en el que habían sustituido los cuadros expuestos por las fotografías que se iban a subastar en la fiesta. Increíble.

Me coloqué en la cola de invitados y esperé hasta que me tocó enseñarle la invitación que me daría acceso a una chica morena con el pelo corto y unas gafas que no dejaba de recolocarse.

—De acuerdo, todo bien. —dijo, tras revisar por última vez que, efectivamente, la invitación no era falsa—. Puedes pasar.

Me dedicó una sonrisa tan amable que no pude evitar devolvérsela y, tras colocarme la máscara sobre los ojos, pasé al interior. Levanté la cabeza para poder observar la sala en su plenitud. Nunca podría haber estado en un lugar así a no ser que fuera por trabajo, así que iba a intentar disfrutarlo.

Mientras caminaba a pasos lentos entre los grupos de gente, busqué con los ojos la barra donde pudieran servirme una copa, pues me negaba a sufrir todo esto sin un poco de alcohol, aunque sea. Me dirigí hacia allí sin dudarlo nada más localizarla y, tras revisar lo que ofrecían varias veces, acabé pidiéndome el cóctel que más caro parecía. Cuando el chico me lo dejó sobre la barra, comencé con mi segunda misión: encontrar un balcón. Me apetecía fumarme un cigarro y sabía que había un balcón donde hacerlo, ya que había visto a gente desde fuera.

Volví a pasear por aquel enorme salón, algo distraída por observar mi entorno en busca de ese maldito balcón. Por culpa de esto, choqué con un hombre alto y algo corpulento de pelo negro, que se giró rápidamente al ver que casi derramo mi vaso sobre su chaqueta.

—¿Puede tener más cuidado, por favor? —se giró hacia un chico rubio, que le miraba sin comprender qué había pasado—. Esta señorita casi derrama toda su copa sobre mi traje. —le explicó, haciendo una mueca un tanto despectiva en mi dirección.

¿Pero quién se cree esta gente?

—Seguramente la habría dejado más bonita. —alcé las cejas, pero después supuse que no se vería demasiado bajo la máscara. Me giré para irme, pero volvió a hablar.

—¿Piensas irte sin disculparte? —miró de nuevo hacia el rubio, buscando apoyo—. ¿Desde cuando nuestros invitados son tan maleducados?

—¿Por un "casi"? —respondí yo, haciendo que me miraran los dos al instante—. Entonces tendría que disculparme siempre, chico. —no pude ver bien sus ojos por culpa de la máscara, pero por cómo se entreabría su boca pude comprobar que no se esperaba esa respuesta.

Nuestro Error -707 x tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora