Si la quisieras habrías hablado sobre cómo brillan sus ojos cuando se ríe, y muerde su labio cuando está triste. Habrías contado la forma en que sus dientes te recuerden a esas estrellas fluorescentes que solían colgar de tu ventana de pequeño, y como su voz te sostiene cuando hace frío. Habrías hablado sobre sus besos y cómo lo dientes hasta en los huesos, y que imaginas los rayos del sol siendo creados en su boca cada que habla. No habrías dejado de hablar sobre lo mucho que te gustaría vivir dentro de su caja torácica, y dormir enterrado en su cuello. Habrías insistido en que es tan dulce que si la cortaras, miel se derramaría. Habrías creado poesía.
