Capítulo 2

17 0 0
                                    

Martes 18 de Febrero de 2025.

42 días antes de la catástrofe.

Quise abrir los ojos al despertar, pero no pude hacerlo, pesaban. Pesaban como si de 10 ladrillos se tratara. Me rendí al no tener la fuerza suficiente. Sin embargo, mi conciencia, al yo estar despierta, me ayudaba a escuchar lo que ocurría a mi alrededor. Eran personas... caminando de un lado para otro sin detenerse. Voces a lo lejos se oían conversar fuertemente.

¿Dónde estaba? Sabía que no en mi habitación, ni en mi casa, pues la textura de la cama era diferente, y el frío era monumental. No podía moverme.

Mis brazos y piernas no respondían ante la desesperación, empecé a respirar irregularmente. Las voces se escuchaban más cercanas, quise pedir que me ayudaran.

Que me llevaran con mis padres. Estaba asustada. Sentía una sábana cubrir todo mi cuerpo hasta mis hombros. Mi cabeza en una almohada extremadamente suave se envolvía en ella al hundirse en lo acolchado.

Hasta que desperté. Lo hice como si no fuera consciente de aquello, como si no fuera yo la que abrió los ojos.

Me topé con una luz radiante en el blanco techo. Giré mi cabeza hacia la derecha, encontrándome con una ventana que no dejaba el sol entrar, se cubría con persianas color gris. Mis ojos inquietos se movieron hacia mi izquierda, empezando a doler por solamente ver una luz inquietante.

Mi cuello volvió al frente, no supe cómo, no podía controlar mis movimientos. No sabía por qué mi cuerpo se negaba a obedecerme, pero mis ojos lo hacían, eran lo único que aún me pertenecía.

Escuché una puerta ser abierta y luego cerrada, pasos acercándose hacia la cama, giré mis ojos y pude verla.

Su mirada verde se veía amable y preocupada cuando notó que estaba despierta.

—¿Cómo despertaste, niña? —Sus manos hicieron contacto con mis mejillas, estaban heladas—. No debiste hasta volver a tu casa... si se enteran de que estás aquí... —Frunció los labios.

Mis ojos la miraban suplicando por ayuda. Quería llorar del miedo. No recordaba nada.

No recordaba cómo había llegado aquí, y mis recuerdos estaban bloqueados. No pude hablar, mi lengua no se movía, mi boca no se abría, mis manos no se levantaban.

Se separó.

Fue atrás mío, por lo que no la vi más. Pero pude escuchar, mis oídos atentos notaron unos ruidos, pitidos. No lo había notado pero había una extraña máquina a mi lado que sonaba.

La había visto en muchas películas. Empezó a sonar más alto, haciendo que el temor me hiciera respirar tan fuerte que empecé a marearme.

La mujer volvió a mi campo de visión, tomó mis mejillas nuevamente—. Respira y tranquilízate, no te pasará nada malo... —dejé de escucharla y mirarla.

Mi vista se quemaba al no poder separarla de la fuerte luz que provenía del techo, se hacía cada vez más borrosa...

(...)

Una música y olor a tostadas me hizo despertar de un salto. Toqué mi cabeza mientras soltaba un quejido de dolor.

¿Qué pasó?

Intenté recordar, pero otro molestoso dolor me invadió por completo, dejé de intentarlo y fue como si nunca hubiera pasado nada.

Qué extraño.

Me levanté y puse mis zapatillas color blanco que se encontraban en una esquina, mamá siempre las ponía para que fuera a desayunar y luego vestir para ir a la escuela.

Infertilidad [0. El Comienzo] (Próximamente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora