Capítulo 1

65 2 0
                                    

Lunes 17 de Febrero, 2025.

43 días antes de la catástrofe.

Toqué la barriga abultada de mi madre, sintiendo a la vez una patada que me hizo alejarme asustada.

Nunca había sentido a mi hermanito patear, y menos debajo de mi mano. Era interesante el cómo un ser humano se podía desarrollar dentro de una mujer.

—¿Te asustó? —La voz de mi madre me hizo levantar la mirada, ella rió y fruncí el ceño.

—Es raro —miré nuevamente su gigantesca panza de 7 meses.

Ella aún seguía concentrada en su laptop, tecleando ágilmente en ella. Estaba trabajando, como siempre. A decir verdad ya me había acostumbrado a eso.

—No es raro, es normal. Al igual que tu hermano, tú estuviste aquí —sus ojos azules miraron hacia abajo.

Me encontraba sentada en el suelo al lado de la silla giratoria de mi madre, yo tocaba su panza de vez en cuando.

Ella señaló su estómago, dando a entender que yo también estuve como mi hermano.

Fruncí el ceño nuevamente—. No es verdad —negué rotundamente.

Acercó su dedo a mi entrecejo, suavizándolo—. No te arrugues, eres muy joven para eso —movió mi cabeza con el dedo aún en mi frente, sonreí y la aparté—. Cuando seas más grande entenderás todo, Kassi —me llamó acortando mi nombre.

—¿Qué entenderé? Ya soy grande como para entender muchas cosas —me acomodé en el escritorio, mi espalda tocaba la madera, y mis pies descalzos se movían ante la calefacción.

—Por ejemplo entenderás de química, biología... y también de temas adultos como la política. Pero para eso faltan muchos años más —agregó con el ceño fruncido al leer algo en la pantalla.

—¿Política? Eso suena aburrido.

—Puede que sea aburrido para una niña de 8 años —movió sus labios aún leyendo en la computadora.

—Cumpliré 9 pronto —fruncí el ceño, apretando mi boca en una mueca. Ella no respondió.

Sabía que cuando ella no me hablaba más, era porque había terminado nuestra charla del día. Giré mi cabeza hacia la sala, se podía ver perfectamente desde la oficina de mi madre. El sol se estaba escondiendo de a poco, eso significaba que pronto llegaría mi padre.

Sonreí y me levanté del suelo, corriendo a mi habitación para preparar todo. Guardé mis juguetes en el cofre, ordenándolos de a uno, recogí el vaso y las galletas desparramadas por el suelo, estiré la sábana y el cobertor que cubría mi cama.

Me puse mis calcetines junto con mis zapatillas, arreglé mi cabello y me miré al espejo buscando alguna prenda o suciedad que tenga que arreglar.

Fui a la sala, sentándome en el sofá blanco, esperé por mi padre. El sol casi no se veía, por lo que faltaban unos minutos para que llegara.

Al ver por la ventana el último rayo de luz proveniente del sol, giré hacia la puerta de entrada, escuchándola ser abierta. Por la misma apareció mi padre con su usual ropa del trabajo y su maletín en la mano derecha.

—¡Papá! —Grité, levantándome y yendo hacia él. Me recibió con los brazos abiertos, enrollé los míos en su cuello y me levantó, abrazándome como de costumbre. Me dió un sonoro beso en mi mejilla y me sostuve fuertemente para no caerme.

—¿Cómo estás, ángel? —Me miró con su sonrisa perfecta.

—Feliz porque ya estás aquí —admití—. Mamá está trabajando y no quiso jugar conmigo —su mirada cambió a una de compasión.

Infertilidad [0. El Comienzo] (Próximamente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora