Suspiró frustrada, dejando el libro a los pies de la cama.
-¿Cómo puede acabar así? Me niego, no, no y no.
Se tumbo en su cama, acurrucándose junto a su pequeña compañía: Simba. No es que hubiera mucho espacio en ese diminuto colchón y tampoco ayudaba que su perro, ahora boca abajo, estirara sus patas al máximo, prácticamente echándola.
Ella entendió rápidamente la indirecta y se levantó aún mas enfadada que antes. Miró a su perro con cara de decepción de pie junto la cama, con sus brazos cruzados por delante de su pecho.
-Solo pedía algo de consuelo, creo que me lo merezco, ¿no?
El perro solo giro un poco la cabeza, aún dormido y sacando la lengua fuera, restregándole lo a gusto que estaba en su cama, por lo que ella se giro dándole la espalda, frustrada. Tomo el libro con el ceño fruncido y con cuidado fue apuntando la fecha de aquella tarde. Siempre tenía la rutina de que cuando terminaba un libro marcaba la fecha, para así siempre acordarse, le parecía un bonito detalle, el cual agradecería en un futuro. Así cuando sea mayor siempre podría recordar el año de aquella lectura.
-Pensé que acabarían juntos...ya no creo en el amor, Simba -exageró.
Sabía que su perro no le estaba prestando atención, pues se seguían escuchando sus adorables ronquidos. Era adorable cuando él quería, pero ella más que nadie sabía que si le cabreabas o invadías mucho su espacio se volvía de lo mas tenebroso. Una vez le mordió cuando le abrazó muy emocionada, a lo mejor demasiado, tras terminar de leer aquel capítulo donde sus personajes favoritos se besaban.
Perdió su vista a través de la ventana, la cual estaba al lado de su cama, miró un poco embobada cómo el color del cielo se volvía anaranjado y cómo algunos rayos de luz se cruzaban con los tejados de aquellas grandes casas.
Vivía en una zona normal, ni muy interesante, ni demasiado aburrida, no estaba muy poblada, pero no estaba vacía. Las casas de la zona donde vivía eran de dos pisos, pero en aquel lugar había de todo, desde pisos pequeños, hasta mansiones. Ella misma se había escuchado suspirar cuando algunas veces se detenía a mirar esas mansiones, incluso denominó esa parte como ''la zona rica'', de la cual tenía grandes vistas desde su habitación.
Estuvo tantos minutos mirando aquellas grandes casas que le apeteció ir a pasear por esa zona, cosa que se había vuelto una costumbre en ella.
Se puso sus botas de color negro que tanto le gustaban, decidió no ponerse ninguna chaqueta pues en esas fechas de Marzo ya empezaba a quedarse atrás ese frio que a ella poco le gustaba. Con aquella sudadera de color amarillo ya era suficiente. Aprovechó que era por la tarde y no tenía la obligación de recoger su pelo por lo que pudo dejar caer su corta melena castaña sobre sus hombros.
Bajó las escaleras con decisión, no sin antes despedirse de Simba, el cual aún dormía en su cama. Iba buscando las llaves mientras llamaba a su amiga, que justo vivía detrás de su casa, por lo cual salir con ella era rápido e inesperado, podría ser cualquier día de la semana que no le iba a extrañar recibir un mensaje de ella para decirle de salir.
-Mamá, voy a salir, no llegaré para cenar.
No escuchó ninguna respuesta pues ya había cerrado la puerta principal, se puso un mechón que le molestaba detrás de su oreja antes de esconder las manos en el bolsillo de su sudadera. Caminó viendo el atardecer, en momentos como ese, algunas veces, muy pocas, le daba la sensación de estar como en otra parte, como si ella fuera la protagonista de algún libro, como aquellos de romance que a ella tanto le gustaba leer y le encantaba esa sensación. Ella siguió andando mientras pensaba en esa pequeña historia que creó en su mente tan creativa.
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La ilusión
Teen FictionLa timidez siempre fue un defecto para Clara, veía como los demás eran atrevidos y siempre envidiaba eso, sobre todo cuando su actitud introvertida era lo que le impedía empezar a hablar con él: su alto crush. Su aura de misterio siempre la dejaba...