Musa de humo

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¿Sientes la calma?

Creo que he comprendido

que después de los estallidos

de tirones púrpuras

que nos dejan los miedos,

en los labios secos

jirones de humo,

columnas de una cama acolchada

dónde hace tiempo que no dormimos

y no dormimos anoche,

siempre viene la calma.

Yo escogí el papel de una corona

de cabello castaño para ser

tu musa Annik.

Pero mi nombre,

eco de cenizas estaba dentro

como algo que supura

y no puedes sacar.

Los restos del café irlandés

fue la primera vez que sentí

que le hablabas a mis ojos

en un poema.

Preguntabas por cómo me gustaba

el café,

y empezaste a llenarme

de espuma francesa,

con cada mirada cuando yo estaba

de espaldas preparando las tazas

de café.

Me gusta amargo,

como el sabor de un cigarro

que deja atónita una garganta,

o las coordenadas de tu voz

que me dejan sin respiración.

Me gusta que muy en el fondo

lleve un sabor dulce

e inagotable, como un bombón belga.

Me gusta con el color

del praliné

en el que un día imaginé tus ojos

y quise perderme completamente.

Sí, me gusta amargo

sí, me gusta así, rubio

y marrón 

el café

y como sea que lo tomes tú,

te dije mientras me mirabas

porque sé que el sabor melancólico

del café

tiene espacios felices

entre comillas

libres.

Como las ganas que tengo de perderme

en ti,

hacer perífrasis con tus manos

y llevarlas de nuevo a mi pelo

que desordenen todos los vacíos,

me da igual que luego

mi cabello sea una ciudad perdida.

Prefiero tus semáforos,

tus carreteras, y tus puestas en verde.

Y que tú lleves las mías al tuyo.

Tú fuiste un papel de ojos azules

una explosión de sentimientos

sobre el mar.

Caminábamos como sombras

como discretos globos

de helio perdidos por la ciudad,

pero sellados de rojo.

Annik e Ian,

Carmen y Daniela

se iban conociendo

quizá gustando sin saberlo.

Sin querer aceptarlo

pero el vacío y la nada

que era como

un fuego que me hacía

querer despertarme en el mismo

punto de la madrugada

para ver si habías escrito algo,

lo decía todo.

Como mi instinto a querer ocultar

lo que sentía,

tus intentos de fuga,

mis intentos de huida

que desaparecen contigo.

Tus maneras de confundirme

y yo suplicando por una pista.

Siento que sabes más

de las cosas que callo

que a veces ni yo misma.

Sé que me tratas con una dulzura

y un cariño

que no ha habitado en nadie.

No sé si a veces te entran dudas

de alguien,

celos o dudas de qué siento.

Pero yo al final del día

hago una balanza de lo que siento,

y tú eres como el oro

en esa balanza,

eres lo que mi corazón gana.

CarmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora