Cristopher se dejó caer sobre ella.
-Eres grandiosa chiquilla- salió de ella y retiro el condón para luego botarlo.
-Gracias?- se levantó y empezó a vestirse.
-¿qué haces?
-Me visto.
-¿por qué?- preguntó frunciendo el ceño.
-Porque me voy, por que más sería. Idiota- tomó su bolso y salió de la habitación y Cristopher la siguió.
-Pensé que querrías quedarte a dormir, es lo que a todas las chicas les gusta.
-Pensaste mal, yo no soy de esa. Gracias por la dosis de placer- guiñó su ojo saliendo del departamento.
Mientras bajaba llamó un taxi. Al llegar a la entrada del edificio sintió una mirada en ella. Comenzó a buscarla, hasta que encontró a Cristopher mirándola desde el balcón.
-¿Por qué no te quedas chiquilla?-gritó él.
-No, gracias.-dijo con desagrado.
-Pero debe haber un porqué, dímelo.
-¿Quieres que te lo diga?- Cristopher asintó-Bien, soy mujer de una sola noche porque la mayoría de los hombres también lo son, porque la persona a la que le entregué todo y dormí luego de eso, me engañó. Y si ustedes lo hacen ¿por qué nosotras no?-dijo sarcástica- Pondrás pensar que soy la mayor de las putas, pero realmente lo que piensen de mi no me interesa, ustedes los hombre sólo sirven para un buen polvo.
-No todo es sexo chiquilla, quizás él te hirió pero yo podría cambiar tu opinión sobre los hombres si me das una oportunidad. Celeste rió sínica.
-Me acabas de conocer imbécil, no me quedaré ni contigo ni con nadie. Para mañana iré a otro club, conseguiré un hombre necesitado de buen sexo, iré con él, tendremos sexo y luego me iré a mi casa. Es una rutina y ni tu, ni tus malditos pensamientos o intenciones lo cambiarán.-En ese momento llegó el taxi, se subió a él aún con la mirada de Cristopher en ella y le dio la dirección al chofer, al llegar a su casa se dio una larga ducha y se acostó quedando dormida en tan solo unos minutos.
Daniel llegó de su empresa con la ilusión de tocar el abdomen de su prometida donde se encontraba su pequeña hija, pero al llegar, la casa estaba totalmente sola. Llamó a Pau y el teléfono se encontraba apagado, continuó insistiendo hasta llegar a las 43 intentos, se estaba preocupando. Llamó a la casa de los padres de ella, nadie contestó. Decidió llamar a casa de sus padres, ella a veces iba a visitarlos.
Llamada.
-Buenas noches, residencia de los Catanese.
-Hola Rita.
-Señor Daniel?
-Sí, Rita. Paulina está allá?
-No señor.
-¿Tampoco estuvo en la tarde?
-No. ¿por qué? ¿sucedió algo?
-Espero que no. Hasta luego Rita- y sin más colgó.
Esperaba que no fuera lo que él estaba pensando, tenía un mal presentimiento. Fue al salón para intentar llamar del teléfono de su casa y al llegar vio unas hojas en la mesa. Las tomó y éstas decían su nombre. Comenzó a leer por encima buscando algo que le indicara donde estaba ella. Llegó a casi e final de la carta.
“Siento decirte esto, pero la bebé no es tu hija, si recuerdas, la semana pasada Bloom te vendió su parte del conglomerado, pues... Él es el padre de la pequeña, lo siento, de verdad lo siento, pero tu ya casi no estabas en casa desde tus 21 años que tu padre enfermó y tuviste que hacerte cargo de la empresa, ya no te veo. Te dedicaste sólo a llegar tarde en la noche a dormir y salir antes del amanecer sin siquiera un buenos días, él me dio lo que tu no. Siento mucho haberte ilusionado con lo de la boda, pero no quería herirte, el dinero que me diste para la boda tuve que llevármelo, cuando esté completamente segura de que Bloom se quedará conmigo y tenga donde establecerme te lo devolveré, aunque estoy segura que no lo aceptarás. Mis padres se fueron a Italia, luego de que les contara lo de mi relación con Bloom decidieron que lo mejor sería huir y no verte sufrir. El anillo está en la que era mi mesa de noche en una pequeña caja de terciopelo rojo. Te ruego que me perdones Daniel, no fue mi intención hacerte daño, pero, sino te hacía daño a ti me lo haría a mi. Espero que algún día encuentres una mujer a la que ames como a mí y ella te ame a ti como no lo hago yo. Perdóname, por favor, perdóname. No me busques, para cuando leas esto, estaré muy lejos. Cuídate y no te deprimas, sé feliz, por favor.
Te quiere, Paulina de la Thore.”
Al terminar de leerla tenía lágrimas en sus ojos. Se dirigió a su habitación, tomó el anillo y lo tiró en la basura. Sacó de su armario una almohada y una manta y se fue al sofá del salón. Pensó tanto que entre pensamientos se quedó dormido. Despertó por el sonido de la alarma, gruñó y la apagó, fue a la cocina a preparar café, mientras lo hacía sumergido en sus pensamientos decidió tomarle la palabra a la que fue su prometida, la olvidaría. Sabía que sería complicado, de verdad la quería, pero todo está en la mente, si realmente te lo propones, realmente lo lograrás. Pensó que esta noche podría salir a algún club, no lo hacía desde que tenía 21 años y ahora necesitaba un cambio de ambiente.