Capítulo 1

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¿Si la felicidad solo son momentos, qué es la tristeza?


Sus manos por mi cuerpo entumecido...

La sabana, fría, pegándose a mi piel sudada...

Dedos callosos, la sequedad de mi boca, respiraciones entrecortadas y mi corazón acelerado.

Su mano subiendo lentamente, pasando por mi estómago y recorriendo el camino entre el valle de mis pechos, con una lentitud nauseabunda, disfrutando cada momento de ello. Intento moverme, pero nada funciona, porque mientras mi mente va a mil por hora mi cuerpo no es más que un cúmulo de movimientos retardados.

Entonces, cuando logro encontrar la fuerza para separar lo labios y emitir un mísero sonido, su enorme mano se cierra en torno a mi boca y nariz, presionando.

Presiona, presiona, presiona.

El oxígeno se acaba, empiezan las convulsiones, pero no puedo, no puedo respirar...

Me doblo en mi cama buscando oxígeno en cuanto abro los ojos, no hay nadie en mi habitación que justo ahora está a oscuras. Solo yo y una taquicardia martilleándome en los oídos. Dirijo una mano a mi pecho adolorido mientras la otra la paso por mi cara y siento el sudor frio en el que estoy bañada, tomo una fuerte inspiración antes de poner un pie fuera de mi cama.

Ni siquiera ha salido aun el sol al parecer y estas estúpidas pesadillas siguen sucediendo, por dios.

Decido ir a beber agua porque siento la garganta como un rastrillo, bajo la escalera y me dirijo a la cocina con paso lento, me siento aun aletargada. Tomo un vaso y empiezo a abrir la llave cuando los escucho detrás de mí.

-Son las cuatro de la mañana ¿no deberían estar durmiendo? - Digo aun dando la espalda y bebiendo agua fresca.

-A veces pienso que tiene oído supersónico o algo así. - Comenta Iddara cuando me volteo y la veo sentada en la isla de la cocina, columpiando sus pies.

-Eso o en su otra vida fue perro. - Me dice Iván sacando un paquete de galletas Oreo de la alacena.

-¡Oye! - Le grita Iddara viéndolo molesta.

-¿Qué? Esta vez fuimos sigilosos...- Dice o intenta decir ya que se ha metido dos galletas de un solo golpe en la boca.

-No eso, tonto. - Le arrebata el paquete. - Estaba buscando estas galletas ayer, tú y tu manía de esconder las provisiones. - Saca una y la separa para comerse primero la que tiene crema.

-Si no las escondiera no durarían ni dos días gracias a ti, glotona. - Le vuelve a quitar las galletas.

-Oye, tengo ansiedad ¿De acuerdo? Hasta que no como, no me calmo. - Se baja de la isla y empiezan a jalar ambos lados del paquete hasta que lo tomo y se los quito.

-Vi las pantuflas de ambos cuando bajaba las escaleras, Iván tropezó cuando entró a la cocina. - Saco una galleta para Iddara puesto que Iván ya agarro dos y se la entrego. - No fueron muy sigilosos que digamos, la verdad. - Saco dos para mi y vuelvo a guardarlas en la alacena, en la parte superior. - Yo también las estaba buscando ayer, así que Ivi, tienes un punto por estrategia. - Iván cruza los brazos y le da un empujoncito a su hermana mientras sonríe orgulloso por su logro.

-Madura.- Resopla ella mientras rueda los ojos.

-Aunque los pierdes por decirle glotona a Iddara. - La nombrada le da un empujón de regreso y los tres terminamos riendo en medio de la cocina a las cuatro de la mañana.

Al Final del Viaje (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora