CAPÍTULO I.

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YO HETEROCRÓMICO Y TÚ DALTÓNICO.

Regresando del hospital el viaje estaba muy tenso, Alanna y Parker intentaban explicarle a Volkov cómo funcionaban las cosas ahora y quién era él, pero no estaba dando resultados.

Horacio bajó del patrulla totalmente agobiado, escuchar a ese Volkov le revolvía el estomago y revivía los recuerdos, si bien no actuaba como el comisario de hielo que lo rechazó alguna vez, seguía siendo el hombre que solo vivía por trabajo.

Alanna bajó tras él y le puso una mano al hombro.

—Se recuperará —susurró intentando darle ánimos.

—No entiendo porqué nos pasa esto —Horacio tiene las lágrimas al borde de los ojos—, ni siquiera tiene la mínima idea de quién soy.

—Solo será temporal —Parker llegó a su lado y le dedicó una mirada compasiva.

—Es muy difícil —insiste.

—Venga aquí —Alanna le extiende los brazos para recibirlo en ellos—, al menos puedes intentar conquistarlo de nuevo.

—¿Tú te crees eso con lo difícil que fue al principio? —Aún así rió y se limpió los ojos—. Vámonos.

Volkov estaba en silencio intentando decifrar lo que ocurría, en cómo Horacio lloró contra su pecho mientras decía '¿Pero qué te han hecho?' y todos tenían la misma cara angustiada.

No entendía nada porque lo último que recuerda es haber trabajado el día anterior con su compañero cadete, por eso cuando Horacio se subió al copiloto no pudo evitar querer preguntar si estaba bien pero se quedó con las ganas.

Tampoco comprendía ese calor en el pecho al verlo, ¿qué rayos pasaba con ellos? Deseaba irse a su balurde departamento y no salir hasta que todo tuviera sentido.

Iba observando el paisaje para distraerse hasta que Horacio chasqueó la lengua.

—De nuevo no me abre —Se queja porque el guardia le tiene manía y nunca le abre las rejas del estacionamiento de las instalaciones federales.

—Hablaré con él otra vez —dice Alanna y va a ver al guardia, las rejas se abren un momento después y así el coche entra.

La agente vuelve a subir y al poco rato se estacionan, ya van a cambiarse. El día ha sido largo y quieren irse a casa, Horacio no le ha dicho a Volkov que viven juntos, cuando se quedan solos no sabe de qué forma manejar la situación.

—Disculpe, ¿Tengo permiso para realizarle preguntas, señor? —sorprendentemente es el ruso quien habla, Horacio lo mira un momento y muy fijamente.

—10-4.

—¿Quién es usted?

Fue como una patada en el estómago o una cubetada de agua helada. Lentamente desvió la mirada.

—Soy el director general del FBI.

Quizá no formuló bien la pregunta porque eso no era lo que quería escuchar, estaba por indagar más en el tema de porqué el director del FBI había llorando desconsolado en su regazo pero el teléfono de Horacio interrumpió.

Evidentemente Maia se había enterado de la situación, le reñía y al mismo tiempo prohibía que Volkov fuera agente de campo, así que no tuvo más opción que asegurarle que lo removía al laboratorio junto al agente Diego.

T igual se había asombrado cuando se enteró, cierto era que Volkov había cambiado tanto que parecía un desconocido, como un nuevo recluta. No entendía la mitad de las cosas y solo hablaba de un tal Gabriel Arias.

—Pasarás la noche en mi casa -le dijo cuando finalizó la llamada—, ¿Estás bien con eso o prefieres quedarte aquí?

Accedió a quedarse en la sede porque no paraba de sentirse incómodo con su presencia, Horacio se convenció de que era lo correcto, después de todo no sabría explicar porqué está hasta su cepillo de dientes en su casa.

Llama por radio al resto para que lo acomoden por ahí, solo queda esperar a que mágicamente lo recuerde de la noche a la mañana.

Memorias invisibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora