La Torre del Vigía

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El viento, podía sentir cómo hacía que mi piel se erizara, pues era muy claro que a esta altura, al menos unos ciento veinte metros, el clima no sería el mismo que dentro del Castillo. No sabía que era lo que me esperaba aquí, y aún menos, no sabía por qué razón accedí a seguir a Jehyla hasta este punto tan apartado en el Castillo Panter.

Supe que ella sentía frío al igual que yo, ya que se sentó a mi lado y se frotó los brazos en busca de calor claramente, y por mucho que quisiera irme, me di cuenta de que no podría, puesto que no soy un monstruo y no sería capaz de dejarla aquí, con tal clima.

- Lo lamento, había olvidado que sólamente subía aquí con mi abrigo y cobija juntos encima de mi - ahora entendía por qué subimos con este clima - te traje aquí porque quería enseñarle este lugar a alguien, pues como sabes hace años nadie sube aquí tan alto y me sirve como refugio para pensar - todas mis dudas habían sido resueltas, aunque sólo me quedaba el saber que tenía de especial éste lugar para ella.

- Entonces, ¿ Qué es lo que tiene de especial para ti ? - al principio creí que preguntarle era lo ideal, pero al decirlo sentí que se escuchó algo fuerte - digo si puedo saberlo - al menos no podría arruinar el momento más de lo que ya lo había hecho.

- Pues la verdad a simple vista a mí tampoco me llamó la atención, así que te entiendo Marius - esperaba con ansias su respuesta - pero lo único que debes hacer es esperar, y este lugar te va a encantar, como me encantó a mi - dijo con la mirada perdida en el horizonte, haciendo que se viera mucho más hermosa que hace un rato cuando la conocí, y por supuesto el viento moviendo su cabello la ayudaba accidentalmente.

- No entiendo muy bien a lo que te refieres Jehyla - me miró con una sonrisa que me hubiera gustado durara por siempre, y ví en sus ojos, aún más profundo, y el reflejo del atardecer en ellos me hacían sentir en esa misma clase de trance que hace rato, pero no podía moverme ni hablar, estaba paralizado.

- Mira allá... - me dijo al mismo tiempo en que movía mi mandíbula con su mano, para que volteara a ver en dirección al Sol que ya se ocultaba.

Era algo difícil de describir, brillaba demasiado, pero no lastimaba mi vista, sino más bien me daba gusto poder ver cómo el Sol ya a punto de desaparecer, le daba ese brillo, de colores amarillentos, anaranjados y rosados, a todo lo que fuera tocado por la luz, incluyendo al Castillo Panter, y por supuesto, a nuestro Castillo, el cual podía verse a la distancia muy colorido, a pesar de haber sido fabricado a partir de una roca obscura, era algo increíble y seguramente era ésta la razón por la cuál Jehyla se sintió encantada en este sitio. El mejor lugar del mundo para observar el mismo, tanto que incluso se podían ver los cientos de pasillos pertenecientes a este Castillo, y en uno de ellos, el Jefe Corvus, iba guiando a mi generación directo a... El salón principal... El Tratado... La firma...

- ¡No puede ser Jehyla! - grité arruinando el momento y alterando incluso a los pajarillos que estaban cantando a esta altura - si llegan al salón principal y no estamos con ellos, estaremos perdidos, y no firmaremos el Tratado Karstayn - la desesperación era obvia en mis expresiones y palabras, pero a pesar de ello, Jehyla se veía muy calmada.

- Tranquilo Marius, llegaremos primero que ellos al salón principal - me tomó de la mano y me acercó a la orilla.

- No creo que sea posible - me miró con una expresión muy audaz - ¿ Qué sucede ? - me puso nervioso, y estaba seguro que mi rostro lo demostraba.

- Sólamente trata de no soltarte Marius - pasivamente me indicaba que saltara, pero aún me encontraba cuerdo, de modo que no planearía suicidarme por algo como lo que sucedía en este momento.

- Escúchame bien Jehyla, no me pienso lanzar de esta torre - me miró como si no tuviera otra opción.

- Cómo quieras, recuerda que fuiste tú quien lo pidió - antes de que pudiera reaccionar me empujó, dejándome caer ante el viento.

- ¡Jehyla no! - fue lo único que pude decir justo cuando caí en un tronco de árbol, no muy grueso, pero si resistente, y de él me sujeté hasta que la jóven que me empujó cayó a mi lado.

- Te dije que este lugar era especial - y una vez más antes de poder reaccionar o siquiera decir una palabra, ella soltó un pedazo de metal de la torre, que conectaba con el tronco y una cuerda larga, y de un momento a otro ese tronco comenzó a deslizarse por el cable, con destino al pasillo entre el Jefe Corvus y el salón principal.

- ¡Esto es algo fantástico Jehyla! - logré gritar entre el viento y los insectos a nuestro alrededor mientras caíamos por la cuerda.

- Está es mi forma de viajar entre el Castillo - me dijo al oído como para no ser escuchada por nadie.

El día de hoy, incluso ya casi al haber terminado, no acababa de darme momentos únicos y felices, además de que fueron gracias a esta jóven hermosa e inteligente llamada Jehyla Panter. Era una sensación maravillosa el poder compartir ésta emoción con alguien que no fuera un hombre, ya que en mi familia, la mayoría de mis primos son hombres, y las que no, pues son demasiado distantes. Ella era todo lo que necesitaba para ser feliz, pero era muy pronto para pensar algo así, de modo que por el momento sólo me quedaba concentrarme en lo que haría a continuación, firmar el Tratado Karstayn, y ser considerado uno más entre las filas y generaciones de Corvus, para ayudar a mi familia y sobre todo, a mi agotado padre, el cual no ha podido tener un merecido descanso desde que firmó ese Tratado, hace unos cuantos años atrás.

El viento nos azotaba con menos fuerzas a medida que nos acercabamos más al pasillo, incluso se reducía la velocidad, cómo si el tronco supiera que ya casi llegaba a su destino.

La Era CorvusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora