Capítulo 4. Mi nuevo mejor amigo.

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  Me fui para mi casa algo rara y, en la calle, me encontré a Nacho en su bicicleta.
  —Hola.
  —Ah, ¡hola, Sol! —contestó—. ¿Cómo te fue en el colegio?
  —Y… ¿qué te puedo decir…? Me hice bastantes amigos, pero…
  —Pero Miriam te molestó, ¿no?
  —¿Miriam? ¿Cómo sabes de Miriam?
  —A todo el mundo molesta, a mí las veces que me ve por ahí siempre me critica, pero no sabía que iba a tu colegio hasta el día de hoy.
  —¿De verdad? A mí me parece que me quiere hacer la vida imposible.
  —Tranquila, yo no sé lo que le pasa a esa chica por la cabeza, pero debe de estar loca.
  No pude evitar reírme, y él tampoco.
  —Me gusta hacerme amigos nuevos —le dije sinceramente.
  —A mí también, y más si vienen de muy lejos.
  Sonrió, y yo, no sé por qué razón, me sonrojé. Él entró en su casa, y yo estaba por entrar en la mía cuando escuché gritos desde adentro:
  —Laureano, ¡Sol no se puede enterar de nada, está en una nueva etapa en su vida y no podemos decirle esto!
  Esa voz era de mi madre que hablaba con mi papá.
  —Ya sé Jane, pero no podemos ocultarle esto, ella tiene que saberlo.
  Enseguida entré y pregunté, sea lo que fuera, debía enterarme:
  —¿Qué es lo que me tienen que ocultar?
  Se quedaron los dos sorprendidos.
  —Hija —comenzó mi mamá—. No se debe escuchar detrás de la puerta.
  —Pero tampoco me tienen que ocultar cosas que me involucran.
  —Primero, no contestés así a tu madre; segundo, tampoco te involucra tanto, y tercero, te lo queríamos contar cuando pase toda esta locura de la mudanza.
  —¿Entonces tengo que esperar hasta que alguien más venga y me lo cuente?
  —No, Marcos no está más —justificó la situación él.
  Mientras se me empezaban a salir las lágrimas, recordando que me separé de mi mejor amigo.
  —Sí, tienes razón, Marcos no está más… al igual que todos mis amigos de allí.
  Lloré y me encerré en mi cuarto. No podía creer que me siguieran ocultando cosas, y que encima me hubieran recordado que estoy muy lejos de mis amigos. Me hubiera gustado volver a verlos a todos, de hacer que no conocí nunca a Miriam, y de pensar que esto era solo una pequeña pesadilla… pero no, era real.
  Miré mis redes sociales y les envié solicitudes a todos los de mi clase, excepto a las creídas, por supuesto. Me entretuve viendo fotos de mis amigos en Bahamas, ¡lo que daría por estar allí! Al rato, recordé que me dieron tarea así que me puse a hacerla.

  Después tocaron la puerta de mi cuarto:
  —No quiero hablar —les dije a mis padres.
  —¿Quieres enterarte de lo que te estuvimos ocultando o no?
  Enseguida me levanté de la cama y les abrí, necesitaba enterarme de lo ocurrido.
  —Sol… mira, tu tío está internado —me dijeron entre los dos mientras me tomaban de las manos—.
  Tuvo un accidente con un camión.
  —¿Qué? —pregunté llevándome estas a la boca.
  Mi tío me había cuidado cada vez que mis padres no estaban en casa, todos los recuerdos con él vinieron a mi mente en un segundo.
  —No, no…
  —Él está bien —siguió mi mamá—. Tiene que recuperarse un poco, pero por suerte no fue nada grave.
  Me alivié.
  —Qué suerte que no haya sido algo grave, gracias por contarme y… la próxima vez díganme apenas suceda, ¿puede ser?
  —Bueno, cambiando de tema, ¿cómo te fue en tu primer día de clases? —preguntó mi mamá muriendo de la ansiedad.
  ¿Por qué me preguntaba eso tan de repente? Estábamos hablando de algo mucho más importante. Lo mismo le contesté:
  —Bien.
  Intenté que no se notara que no estaba diciendo la completa verdad, solo me explayé rescatando lo bueno.
  —Bueno, en realidad, bastante bien. Ya me hice varios amigos nuevos y todos se impresionaron demasiado cuando les dije de dónde venía.
  Me reí y ellos sonrieron.
  —Ah, también me hice amiga de nuestro vecino.
  —¡Qué lindo! Me alegra que tu día haya empezado de esa manera —me felicitó mi papá, satisfecho.
  Salieron de mi cuarto y yo seguí haciendo la tarea. Luego, mi celular empezó a sonar y era un mensaje de Clara, preguntándome si todo estaba bien en mi nuevo hogar.
  —¡Hola, Clari!
  —Holaa, ¿estás bien allá? Al viaje no lo puedo pagar, pero creo que mi apoyo emocional puede ayudarte.      
  —Sí, jaja, estoy bastante bien, no sé si quieres lujo de detalles.
  —Obvio, ¿algún chico lindo?
  —Y… sí.
  —¡Ay! Espera que llamo a Marcos y hacemos videollamada los tres.
  Hicimos videollamada con ella y con Marcos, y les conté todo, no me sentía de lo más bien, pero al mismo tiempo entendía que, si eran amigos de verdad, iban a poder comprender cada cosa. Les conté hasta lo de mi tío, que a pesar de que no haya sido tan grave, me tenía preocupada. También de Nacho, Sari, John, Juli, Ludovico y hasta de Miriam, Tamara y Luana.
  —Tranquila, nos tienes en todas —me apoyó Marcos una vez que terminé mi relato.
  —Bueno, gracias. Ustedes también pueden confiar en mí siempre, y prometo que los voy a llamar bastante para saber cómo anda todo por allá.
  Nos despedimos, cortamos la llamada, y enseguida tocaron a la puerta de mi dormitorio.
  —Pasa —ordené mientras me sorprendía porque era Ignacio el que entraba.
  —Hola, Sol, ¿quieres que vayamos a hacer algo afuera? Podemos ir al parque.
  —Me gusta la idea, total ya terminé toda la tarea que tenía para mañana.
  Salimos y fuimos al Parque Central, era hermoso y grande. Como era otoño, había hojas secas en el césped, así que me pareció encantador. El clima en Neuquén era con precipitaciones escasas, mucho viento y heladas que podían durar de abril a octubre, eso quería decir que siempre teníamos que estar abrigados.
  —Me encanta este lugar —le dije sinceramente mientras nos sentábamos en un banco.
  —A mí igual, siempre vengo y me siento acá, me gusta pensar, acomodar mi mente, andar en bicicleta y también me junto con unos amigos.
  —¡Qué bueno! A mí también me gustaría venir a acá más seguido.
  —Si quieres podés venir conmigo.
  —Bueno, avísame y nos pasamos a buscar —nos reímos.
  —¿Sabés? Estoy agradecido de que hayas venido, hacía mucho que no me sentía en la compañía de alguien.
  —¿A qué te refieres con eso?
  —Prefiero ser una persona solitaria, no tengo muchos amigos.
  —Yo no sé si puedo ser así, a mí me encanta siempre tener amigos nuevos, y aprovecho todas las situaciones para hacerlo.
  A la última parte la dije con un poco de tristeza.
  —¿Qué te pasa?
  —Nada en especial… solo recordaba los momentos con mis amigos de allá.
  Desvié la mirada de sus ojos, pero él insistió:
  —Sé que es difícil, no experimenté algo tan parecido ya que me mudé para acá cuando era muy chico, pero… te entiendo, no es lindo tener que separarte de esas personas que te acompañaron toda tu vida; hasta tengo amigos que se mudaron a Mendoza o a Buenos Aires.
  —Gracias Nacho, me sirvieron mucho tus palabras. Le dije con una sonrisa.
  —Vamos, te voy a llevar para que tomés un helado, ¿te parece?
  —Me gusta la idea. Aprobé mientras nos levantábamos.
  Tomamos el helado y hablamos de cosas sin sentido; al rato me llevó a casa.
  Entré con una sonrisa, estaba feliz de hacerme amigos nuevos y de conocer lugares de la nueva ciudad. El helado estuvo riquísimo, y los paseos con Nacho, acompañados de charlas y risas, lo más gracioso que me había pasado en este día; en fin, estaba feliz. Me fui a mi cuarto y pasé el tiempo escuchando música, no podía dejar de pensar en cómo enfrenté a Miriam ese día, me sentía culpable por haberle hablado así a pesar de saber que se lo merecía; dejé de pensar y me propuse que mañana iba a resolver ese asunto, bueno, al menos lo intentaría. Esperaba que fuera un día mejor, sin tantos sobresaltos.

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