Capítulo 9. Un día lleno de confusiones.

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Era jueves por la mañana, no estaba muy de humor para ir al colegio, así que le pedí faltar a mi papá, pero no me dejó.

—Sol… mirá, sé que es difícil, pero tenés que ir al colegio. No estás enferma y no estamos pagando por nada la institución —me explicó entrando a mi dormitorio.

—Ya lo sé, papá, pero igual, por un día que falte no le va a hacer nada —exclamé un poco enojada.

Se quedó un rato en silencio, hasta que habló.

—¿Estás bien? Me refiero, ¿No querés ir por un algo o persona en particular?

—No es eso… o bueno, puede que sea eso —suspiré—. Olvídalo, ya se me va a pasar.

Me levanté y me dirigí al otomano, donde tenía el uniforme.

—No lo voy a olvidar, quiero que estés bien y, aunque no estemos hablando tanto por mi trabajo, siempre podés confiar en mí —me respondió mirándome a los ojos.

—Gracias.

Llevé el uniforme a mi cama y nos sentamos.

—Es que es todo nuevo, me hice amistades… pero también hay gente a la que no le caigo bien. No pretendo caerle bien a todo el mundo, pero a veces eso me descoloca.

—Te entiendo, siempre va a haber personas así, no vale la pena que te deprimas por ellas… porque seas la persona que seas, hablarán igual.

Nos abrazamos y sonreímos. Él fue a la cocina y, cuando yo terminé de cambiarme, también.

—Sol —me llamó mi mamá mirándome, refiriéndose a lo que hablé con papá.

—Sí, mamá, ya hablamos —sonreí y ella me imitó, pero noté la angustia en su cara. Me abrazó y salí para el colegio.

Me encontré a Nacho en su bicicleta, sonriendo de oreja a oreja.

—Hola, parece que hoy es un buen día, ¿no? —le pregunté riéndome.

—Se podría decir que sí, digo… tengo a la mejor amiga del mundo a mi lado y me va bastante bien en la escuela —me sonrojé y nos reímos.

—Yo también tengo al mejor amigo del mundo, a mi familia que me quiere muchísimo, y también me va bien en el colegio.

—Me alegro de que sea así.

Seguimos caminando y hablando de cosas sin sentido, actualizándonos de todo lo que habíamos hecho en todos esos días en los que habíamos estado peleados.

—Yo casi que no hice nada, me sentía mal, y salía para el Parque Central en otro horario, también pasé por el Parque Este. Quería juntarme con unos amigos, pero no podían así que pasé los días solo… no sabés lo que me hubiera gustado tocar la puerta de tu casa —me contó recordando.

—¿Y por qué no lo hiciste?

—No sé, algo me decía que no, que lo mejor era esperar… después llegó tu mensaje que me hizo temblar, estaba por correr a buscarte, pero me contuve, pensaba que tal vez ya no me querías.

—¿De verdad pensabas que no te iba a querer? —pregunté incrédula—. Te quiero un montón, después de esa discusión también te seguí queriendo, y no lo voy a dejar de hacer.

Me abrazó, lo sentí tan familiar a ese abrazo… sentía que estaba en buenas manos, y no porque era mi mejor amigo, sino porque me daba cuenta de que él era esa persona con la que podía contar siempre, que nunca se iba a ir de mi lado, y que me iba a apoyar en todo momento.

—Te quiero. Me susurró al oído.

Sonreí y me sonrojé.

Llegué al colegio, y enseguida mis amigos corrieron hacia mí y me abrazaron.

Direcciones. En busca del camino correctoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora