Capítulo 1.

207 8 0
                                    

Ahora que tengo todo el tiempo del mundo para pensar, recordar, y ser un fantasma, voy a aprovechar para relatar la historia de cómo llegué aquí. Mueriendo, está claro, pero me voy a extender un poco más, por matar el tiempo, o en mi caso, para vivirlo.

Todo empezó un martes, o miércoles, no me acuerdo, el caso es que yo estaba de mal humor porque había madrugado para ir al instituto. Bueno, no sé si yo tenía el derecho de llamarlo así porque un instituto es un sitio al que se va a aprender y lo que yo hacía básicamente era meterme con algunos pardillos y enrollarme con mi novio en los baños del segundo piso.
La cosa es que estaba allí, y después del primer polvo de la mañana, tuve la genial idea de pasarme por la clase de matemáticas, cosa que a mi novio no le hizo gracia porque él quería repetir ya, cosa que me animó más a irme, sólo por joder.
La clase de matemáticas era una de las que menos me gustaba perderme ya que estaba llena de frikis que sólo abrían la boca para dar pie a más burlas de las que ya llevaban encima. Para rematar, el profesor era un puto colgado que cuando aparecía por allí se dedicaba a dormir en la silla y a mirarnos las tetas.
Cuando llegué, fui directa a sentarme con Claudia que era una tía que se pasaba el día drogada y no se enteraba de nada, dudo que llegara a saber mi nombre en los dos años que compartimos pupitre, pero al menos hacía unas bromas de puta madre. Espero encontrarla pronto por aquí.
Me senté y saqué el pintauñas y la lima para arreglarle aquellas manos porque las llevaba hechas mierda, ella estaba totalmente colocada así que se dejó hacer. Mientras, yo le contaba todos los detalles de mi polvo, aunque no supiera de qué hablaba a veces se reía, fue lo más parecido a una amiga que tuve.
Cuando ya llevaba una mano, entró una chavala nueva con la mayor pinta de empollona que os podáis imaginar y tío, ¿sabéis lo que hizo? Acercarse para preguntarnos si podía ser nuestra amiga. Me reí tanto que acabé llorando así que decidí que aquello no podía acabar ahí.
-Claro, pero tienes que pasar una prueba
Toda la clase miraba atentamente, incluso Claudia parecía atender.
-¿Qué prueba? -dijo ella
No se me ocurrió otra cosa que escribirle "zorra" en la frente con el pintauñas.
Seguía pasando el día y yo me encontraba en el baño echando el segundo polvo de la mañana cuando se oyó un portazo y alguien gritando: "GALATEA".
Al salir, me encontré con la directora del centro, ya acostumbrada a esa escena, le dije que me iría a clase y luego pasaría a por el parte. Pero ella me dijo que ni de coña, que se había acabado, que hacerle eso a una niña con retraso mental era demasiado. Y yo qué cojones sabía que esa era retrasada de verdad si todos tienen la misma pinta. Así que llamó a mis padres y les dijo que estaba expulsada, y que si de verdad querían que acabara siendo algo en la vida, me metieran en un internado donde no me quedara otra cosa que hacer a parte de estudiar. Y eso hicieron. Una semana más tarde, viajaba hacia Alemania, el país de mi padre, para encerrarme en un sitio del que nunca volvería a salir.

La muerte en la otra aceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora