No entendía nada. Había resultado ser Alessa la que me había atacado. Al dejarme libre, me había suplicado que no dijera nada, que todo tenía una explicación, pero que teníamos que correr a buscar un lugar seguro. Le iba a dar una bofetada, cuando, me pidió por favor que le hiciera caso, que corría peligro. Hubo algo en su manera de decirlo que me hizo creerla, así que callé y asentí.
Me llevó a toda prisa por los pasillos, hasta llegar a una puerta de madera oscura. Se quedó parada en frente durante unos segundos, observándola, hasta que se decidió a abrirla.
Tras ella había escaleras, que subían y que bajaban.
-Quítate los zapatos -dijo mientras se quitaba los suyos. La obedecí. -No hagas ningún ruido. Ninguno, ¿vale?
-Que sí
Empezó a subir con mucho cuidado, creo que ni si quiera estaba respirando. Tardamos mucho en llegar hasta el umbral de otra puerta, tambíen de madera, la cual abrió muy lentamente, y me hizo entrar casi a trompicones. Una vez dentro las dos, cerró.
-¿Me vas a explicar ya qué coño pasa? -le espeté en cuanto se giró hacia mí.
-Cállate joder, necesito pensar.
-Que me expliques de qué va esto o te juro que me pongo a gritar.
Amagó una media sonrisa y dijo:
-Si haces eso ambas saldremos perjudicadas, pero te aseguro que tú mucho más que yo.
Estaba de los nervios, necesitaba un polvo o un porro. Aunque a estas alturas me conformaría con un cigarro. Quería saber qué pasaba, y no sabía qué hacer para conseguirlo. Odiaba no tener lo que quería. Pensé en gritar pero, todo esto me asustaba. Quizás era verdad y salía perjudicada. Pero, entonces, algo me vino a la mente. Esta no era yo. Galatea no hace caso a una bollera y corre a esconderse de algo que ni si quiera sabe. Galatea no tiene miedo, tiene un par de huevos.
-Mira, bonita, -dije firmemente- tienes exactamente tres segundos para empezar a explicarte. No voy a estar como una gilipollas aquí escondida de algo que ni si quiera sé si existe. Me niego a empezar siendo ya la niña que necesita protección, que por cierto, no lo soy. Así que venga, o me cuentas, o me piro. Y te aseguro que me importa una mierda quién de las dos vaya a salir más perjudicada, si de esa manera, tú sufres algo.
Me quedé muy a gusto tras mi oratoria. No había dejado de mirar los ojos de Alessa mientras la recitaba, y habían permanecido con la misma seriedad todo el tiempo. Conté tres segundos en mi mente pero, como pareció no haber captado la idea (o haber sudado de mí), empecé a contar en voz alta.
-Uno...
Seguía igual. La verdad es que estaba bastante nerviosa.
-Dos...
Joder, ¿por qué no reaccionaba?
-Tres.
Iba a empezar a protestar cuando, comenzó a reírse. Se reía desmesuradamente, como si hubiera perdido totalmente la cordura. Parecía que paraba pero sólo cogía más aire. Incluso le caían algunas lágrimas. Me empezaba a dar miedo, no sabía si moverme. Me agarré al borde de la sudadera y apreté con fuerza. Al fin, parecía que poco a poco esta risa iba cesando. Hasta que paró, y entonces, habló.
-Niña, está claro que no sabes a lo que te enfrentas. No te culpo, soy yo misma la que te lo oculta. Pero esto ya no es tu antiguo instituto, o tu barrio de siempre. Acabas de llegar y deberías entender que aquí no eres la que más sabe. Seguramente yo tampoco lo sea pero, hazme caso, si no lo soy yo, es porque no lo es nadie.
-¿Y qué quieres decir con eso? ¿Que me aguante? Mira, me voy.
Empecé a andar hacia la puerta, ya casi estaba, cuando...
-Espera -dijo.
Me dí la vuelta y la ví con una expresión de terror.
-Te contaré algo, no todo, pero por favor, debes prometer que no lo contarás a nadie. Mucho más que una vida está en juego.
¿Vidas en juego? Aunque me pareció algo totalmente desmesurado, despertó mi curiosidad. Así que, una vez más, fui hasta ella, y me senté en el suelo, dispuesta a escuchar.
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La muerte en la otra acera
Mystery / ThrillerQuién iba a pensar que una broma a la colgada de la clase me podría llevar a esto. Acabé en un internado para ser mejor persona, y vaya si lo conseguí porque, a ver quién tiene cojones de hablar mal de un muerto.