téssera

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Yoongi frunció el ceño, cansado.

Mataría por dormir un poco hasta que llegara el amanecer, pero ahora tenía más de un problema.

- La habitación está lista, Su Alteza -el ama de llaves le informó a sus espaldas. Él se dio media vuelta y la siguió unos metros más, hasta que se detuvo frente a la puerta abierta de la que sería ahora la habitación de Jimin. Entró, observando distraídamente que todo estuviera en orden: cortinas, una cama, un baño y una chimenea. El lugar era amplio y tenía grandes ventanales, que en ese momento se encontraban cubiertos por tela pesada; la chimenea estaba encendida y en la cama había varias almohadas esponjosas. Con cuidado, apoyó una rodilla sobre el borde del colchón y se inclinó hasta depositar con suavidad el cuerpo del menor sobre la mullida superficie. Pensó que quizás el movimiento lo despertaría, pero el shock que había recibido parecía haber sido demasiado para él, tanto, que ni siquiera se movió cuando lo dejó en la cama. Exhaló una respiración pesada y se pasó la mano por el cabello negro, frustrado.

- Que esté todo el tiempo custodiado por alguien -le dijo a Penélope, que lo había seguido en silencio -y que no le falte nada. En cuanto despierte háganmelo saber y vendré de inmediato -sin más, se apuró a salir de la habitación. Penélope cerró la puerta con suavidad y llamó desde lo lejos a un guardia para que se acercara a cuidar la puerta en cuestión. -¿En dónde está el Sombrerero?

- Lo espera en la sala del trono -informó ella, el hombre retomó el rumbo bajando las escaleras a grandes zancadas. En el piso de abajo, parecía estar todo en calma. Le indicó con un gesto de su mano que le dejara irse solo.

- Por favor, encárgate de ese chico -pidió, y sin más se alejó de ella por el largo pasillo en penumbras.

¿El Sombrerero, ahí? Hacía al menos años que no lo veía, desde que se reunió con su madre la última vez. Él era aún un niño, y admitiría que le asustaba un poco la manera en que el hombre reía sin parar y parecía hablar entre complejos acertijos. Desvariaba de vez en cuando y aunque Yoongi sabía que era una persona importante en el reino, cuando Nieves había caído él tampoco se había interesado por saber qué había pasado con él o su madre. Lyle Kang era el mensajero y el modista de Apeiros, y parecía saber todo de todos, pero no podía imaginarse qué necesitaba de él en esta particular noche. Sin embargo, algo le decía que tenía que ver con el omega que descansaba en el piso de arriba.

Abrió las puertas de par en par y le recibió la sala iluminada a medias con ayuda de las antorchas de la pared, que delineaban el camino recto hasta el fondo de la habitación, donde estaba el trono, alzado e imponente. Sentado, en la cima, estaba el Sombrerero.

Estaba sonriendo, y sostenía entre sus manos enguantadas su bastón. El príncipe caminó certero hasta él, observando su sonrisa ensancharse con cada paso que se acercaba. Él no veía ese trono como suyo, porque ese palacio había pasado demasiado tiempo abandonado a la intemperie después de que Hécate muriera; había sido construido con los esfuerzos de la gente que en algún momento habitó el Bosque Infinito, pero que a la muerte de su reina habían decidido emigrar hacia otros lugares del reino. Una pequeña y solitaria ciudad fantasma en medio de los árboles. Sin embargo, Lyle Kang parecía muy adepto y cómodo sentado en esa silla de acero envuelta en raíces y flores marchitas.

- Su Majestad -le dijo, acomodándose el sombrero negro de copa adornado con un listón rojo a su alrededor. Su voz era hipnotizante y burlona. Llevaba un traje remendado con trozos de tela de diferentes colores. -Veo que ha estado ocupado.

Min Yoongi lo vio con desdén y confusión.

- Me temo que así es. No tengo tiempo para lo que sea que hayas venido a buscar -seco, impaciente-, Lyle.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2022 ⏰

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once upon a time | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora