La noche en que me enamoré

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Ya habían transcurrido algunas semanas desde que Brais nos estaba dando clases, Mr. Jones parecía que no regresaría hasta que de repente, un día entró al almacen a darnos una gran noticia.

— Les cuento que lamentablemente el doctor me diagnosticó artritis, así que no voy a poder regresar a dictarles clases.

Luego de este suceso pasaron algunos días y yo por fin me decidí a enviarle un mensaje a Brais. Al principio, me sentía nerviosa y ansiosa por su respuesta, pero pronto esa incertidumbre se desvaneció cuando vi su respuesta. Brais era amigable y encantador en sus mensajes, y nuestra conversación fluyó de manera natural.

Nuestros encuentros se volvieron más frecuentes, y cada vez que salíamos juntos, Brais me hacía sentir especial y única. Cada cita era una experiencia inolvidable. Recuerdo una vez que fuimos al cine, y él eligió una película que sabía que me gustaría. Después de la función, fuimos a tomar helado y caminamos por el parque mientras hablábamos sobre nuestros sueños y aspiraciones.

En otra ocasión, Brais organizó una cena romántica en su apartamento. Preparó una deliciosa cena y decoró el lugar con velas y flores. Me sentí como si estuviera en una película romántica. Después de cenar, bailamos juntos en la sala de estar, abrazados y sintiendo la música fluir a través de nuestros cuerpos.

También me sorprendió una tarde con un ramo de mis flores favoritas, y cada vez que nos veíamos, siempre llevaba un pequeño regalo o una nota dulce para mí. Sus detalles y gestos románticos me hacían sentir como si estuviera en una nube, viviendo un cuento de hadas.

Durante nuestras citas, Brais siempre me escuchaba atentamente, interesado en cada palabra que decía. Nunca me había sentido tan comprendida y valorada por alguien antes. Su presencia me brindaba una calma y felicidad que nunca había experimentado.

Con el tiempo, nuestras conversaciones se volvieron más íntimas y nuestras miradas más intensas. Cada vez que estábamos juntos, sentía una conexión única y mágica.

Una noche, después de una emocionante fiesta a la que fuimos juntos, regresamos a su apartamento con una sensación de euforia y complicidad que parecía envolvernos. Estábamos eufóricos por la música, las risas y el baile compartido durante la velada. La química entre nosotros era evidente, y esa noche, las miradas se volvieron más intensas y cargadas de deseo.

Cuando entramos a su apartamento, apenas cruzamos la puerta, nuestras manos se buscaron instintivamente, entrelazando los dedos mientras nos mirábamos a los ojos. Sin decir una palabra, nos acercamos y nos fundimos en un apasionado beso que transmitía toda la emoción y el fuego que habíamos estado conteniendo.

La pasión nos arrastró, y nuestras manos comenzaron a explorar cada rincón de nuestros cuerpos. La atmósfera se volvió más intensa con cada roce y susurro. Nos dejamos llevar por el momento, entregándonos a la conexión que había crecido entre nosotros.

Brais no dejaba de hablar mientras me hacía tener los orgasmos más fantásticos que jamás sentí.

Él: (murmura) Te deseo tanto...

Ella: (con voz sensual) Entonces hazme tuya, no necesitas contener nada.

Ella: (jadea) No puedo resistirme a ti.

Él: (sonríe) Y no quiero que lo hagas, eres mía, muy mía...

Mis gemidos se intensificaban cada vez, el placer que Brais me hacía sentir es algo difícil de explicar.

Ella: (entre risas) ¿Qué pensarán los vecinos de tanto ruido?

Él: (riendo) no me importa, quiero explorar cada centímetro de tu piel.

Ella: (se muerde el labio) Adelante, soy toda tuya.

Luego de haber experimentado el orgasmo más intenso que  alguna vez tuve, todo mi cuerpo comenzó a temblar y finalmente, mi vagina chorreó dejándole toda la cara a Brais empapada, su sonrisa y su expresión perversa hicieron que sintiera aún más placer, posteriormente empezó a bajar por mi pecho, rodando su lengua, poco a poco, fue bajando por mi abdomen y mi pelvis hasta llegar al punto de placer más intenso, comenzó a hacer muchos movimientos con su lengua los cuales me hacían retorcerme de placer, los gemidos se intensificaban aún más y por un momento sentí que estaba en el mismo cielo. Brais subió nuevamente y comenzó a besarme mientras con sus manos me tocaba, hundía sus dedos cada vez más y hacía que mi corazón se acelerara más y más. Hasta que de nuevo pasó, mi cuerpo comenzó a temblar y yo me sentía en el mismísimo cielo.

Primero yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora