– … Dylan Stone.
Mierda.
Sip. Ese fue el primer pensamiento que tuve al escuchar el nombre de mi crush seguido del mío. De todos los nombres que había en el salón, ¿tenía que ser justamente él?
Iba a ser que Jess tenía madera de vidente.
Sintiendo mis pies como plomo, avancé hasta la puerta del salón. Tuve el impulso de golpear al señor Hardwork, pero recordé que eso no cambiaría el hecho de que Dylan se sentaría a treinta centímetros de mí, tres veces por semana, durante el resto del curso escolar.
Entré en el salón y me dirigí a la misma mesa que ocupaba antes. Podía sentir perfectamente como Dylan me seguía, pero lo ignoré a propósito. Me senté en el asiento junto a la ventana y mantuve la vista fija en la mesa mientras Dylan se sentaba junto a mí.
Por el rabillo del ojo, noté como dejaba su cuaderno y un bolígrafo encima de la mesa. Sin poder evitarlo, giré mi rostro levemente hacia él, lo suficiente para poder verle sin que él pudiera verme a mí.
Y no fue una muy buena idea.
Porque ahí estaba él. Dylan. Mi crush de hacía ya un año; y estaba a tan solo treinta centímetros de mí. Con su simple camiseta roja, sus jeans ajustados y su cabello ligeramente desordenado; creando un conjunto sumamente atractivo y sexy, el cual era demasiado para mi pobre alma. ¿Cómo lograba verse bien con cualquier cosa? Es un misterio sin resolver.
Continué mirándole sin ningún tipo de pudor mientras que el resto de los estudiantes continuaba entrando al salón cada que el señor Hardwork les llamaba. Todo iba de maravilla… hasta que él volteó a verme.
Su mirada hizo contacto con la mía, azul con ámbar encontrándose. Me sonrojé como un tomate y aparté la vista todo lo rápido que pude.
– Hola.
Su voz hizo acto de presencia. La muy condenada –o sea, su voz– hizo que un escalofrío me recorriese el cuerpo entero.
No le respondí, simplemente me limité a mirar la mesa fijamente.
– Hey – me llamó otra vez -, ¿me estás escuchando?
Cerré mis ojos con fuerza. Si me esforzaba lo suficiente, podía imaginar que estaba en mi mesa solitaria y que él se encontraba en su mesa de la segunda fila. Podía imaginar que su voz era simplemente parte de mi imaginación.
– Hey.
Su mano tocó mi hombro y lo agitó ligeramente.
Si. Repito: su mano tocó mi hombro.
Ese era literalmente el primer contacto físico que tenía con Dylan Stone. Bueno, no solamente físico. Él nunca me había hablado antes a menos que lo hubiese olvidado; lo cual quería decir que nunca lo había hecho. De haber sucedido, era muy difícil que lo hubiera olvidado.
Y volvió a agitar mi hombro.
No podía seguir así. Si continuaba ignorándole, iba a pensar que era una rara o que estaba sorda o que tenía algún problema. O algo así. Y definitivamente no quería que, en el muy improbable caso de que llegara a recordarme dentro de diez años, lo hiciera por una de esas razones.
– Hola – le dije. Mi voz salió considerablemente baja en comparación a su tono normal.
Pero él no pareció notarlo.
– Hey – saludó él por, al menos, quinta vez -. Soy Dylan.
– Ya lo sé – murmuré; él me miró –. Quiero decir, sí. Creo que todos en la escuela sabemos tu nombre.
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Mirarte de Lejos
Teen Fiction- Hey - saludó él por, al menos, quinta vez -. Soy Dylan. - Ya lo sé - murmuré; él me miró -. Quiero decir, sí. Creo que todos en la escuela sabemos tu nombre. Sutil. Muuuuy sutil. Un año. Llevaba ya un año entero con un crush por él. Y sí, Dylan no...