36

160 22 45
                                    

ADVERTENCIA:
Escena de sexo.
.
.
.

KRAY:
A Todos esos niños perdidos.

Desperté de golpe al escuchar el estruendo de una escopeta, Danielle se levantó y tomó el rifle antes que yo. Al salir a la calle, todos rodeaban a un hombre; el chico estaba arrodillado en el suelo, con las manos arriba y la cabeza gacha.

—¿¡Quién eres!?—vociferó el hombre que habían elegido como gobernador, él era quién tenía la escopeta.

—¡Por favor…!—sollozó el intruso, nadie bajaba sus armas, justo por el uniforme militar que traía—. No me maten…

—¡No eres bienvenido aquí, asesino!

—¡Se los juro, no he hecho nada!—alzó el rostro, sus ojos eran de un amarillo intenso. Apreté mis manos congeladas en puños. La piel del chico era tostada, casi dorada, y su cabello era negro, pero enroscado—¡Solo quiero saber de mi novia!

El gobernador vaciló.

—S-Se llama Julie… Estaba embarazada, debe de tener un bebé, por favor…

Todos nos miramos. 

El panorama no era bueno. Acabábamos de ser atacados por esa bomba hacía semana y media, habíamos logrado salvar algunas casas y muchos terminamos durmiendo entre escombros y carpas improvisadas. Lo más probable es que una mujer con un bebé no se hubiera salvado al momento de la explosión.

Me mordí el labio.

Una mujer abrió la boca para explicarle, pero se escuchó una voz jóven detrás de nosotros.

—¡Máximo!—la chica rompió el círculo y se tiró al suelo junto al muchacho.

Entonces todos bajaron sus armas. Era una situación complicada nuestra hostilidad, incluso el chico militar lo notó.

—Nunca ví a Pacifistas apuntar a gente con armas…

—Bueno—suspiró el gobernador—, hemos tenido que romper nuestra religión. 

—Uh.

Me calmé un poco, Hanna apareció y me dió unas palmadas en el hombro. Ella fue quien se acercó a la pareja.

—¿Por qué viniste?—apuntó con la mirada al hombre.

—Yo…huí—miró a su novia y luego a nosotros, enderezándose—. Cuando escuché que la bomba cayó aquí, preparé todo para escaparme del servicio. Había dejado a Julie aquí cuando tuvimos a nuestro hijo, para que tuviera una infancia tranquila. Nunca creí…

—Que nos matarían—completó Hanna.

—Lo lamento, de verdad lo siento.

Hanna vio al gobernador, él entornó sus ojos blancos y se rascó la barba. Terminó diciéndole al chico que descansara y que viera a su familia, pero en la noche habría una reunión para sacarle información.

Todos nos devolvimos a lo que quedaba de nuestros hogares, Danielle entró y arregló la sábana impermeable que habíamos colocado como techo, se sentó sobre el colchón y me miró. Era de madrugada aún, quedaban al menos tres horas para el alba. Me senté a su lado y dejé a mi cabeza reposarse en su hombro.

—Auh…—gemí llevando mi mano al pecho.

—¿Qué tienes? 

—Me duele el corazón…

Danielle se enderezó y posó su mano junto a la mía.

—Está acelerado. Debe ser porque nos despertamos de repente.

BURNEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora