Bad day, day one

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(Mal día, día uno)

Los cálidos rayos de luz se asomaban entre las cortinas de la ventana, mismos que acariciaban los rostros de ambos jóvenes.

El aroma de Sam comenzaba a impregnarse suavemente por las fosas nasales de Hazel, quien despertó al olerlo lo suficientemente como para saber que no se trataba de un sueño.

Ella lo miró unos segundos.
Sus pestañas eran como azabache y muy largas. Su boca se encontraba levemente abierta, dejando escapar suspiros silenciosos de vez en cuando.
Su cabello rizado estaba despeinado y levemente esponjado, sus labios se veían igual de rosados como desde la primera vez y sus cejas se encontraban levemente fruncidas.

Cuando él comenzó a despertar, ella cerró los ojos fingiendo que estaba dormida. Le daba curiosidad el tan solo imaginar que es lo que él haría al despertar, pero era lo suficientemente tímida para cerrar los ojos, incapaz de ver lo que él estaba a punto de hacer.

Ambos, por cierta razón inexplicable para los dos, confiaban el uno en el otro, lo suficiente para dormir en el mismo apartamento, en la misma cama y amanecer de este modo.

Sam abrió los ojos lentamente, apreciando a su amiga al lado suyo.
Sus pestañas rizadas adornaban sus bellos ojos, la forma tan hermosa de su ceja, su naricita un poco respingada soltaba suspiros casi inaudibles, sus labios eran rosados levemente pálidos, y se podía marcar un hoyuelo en su mejilla, era casi invisible.

Ella abrió los ojos, fingiendo despertar, lo que hizo que Sam diera un pequeño salto de susto.

—buenos días —dijo dejando salir una voz ronca, mañanera.

—hola —esbozó una sonrisa mientras estiraba sus brazos, cerrando sus ojitos.
—¿Qué hora tienes?

—tomó su celular, el cual se encontraba en su mesita de noche, y, adormilado, logró leer la hora. —las ocho con quince

Hazel se levantó con rapidez y su corazón comenzó a latir aceleradamente.

—no puede ser, no puede ser —repetía una y otra vez, poniéndose los zapatos.

—¿Qué pasa? —preguntó Sam alterado por la situación, más por el hecho de no tener la razón por la que la chica se aceleraba de esta forma.

—mis clases empezaban a las siete y hay examen de química —dijo poniéndose un sueter.

Observó las mangas y pecho de este, estaba bastante sucio. Ella gruñó, no iba a llevar un suéter sucio a la escuela.

—ten, te presto una sudadera —dijo mientras se levantaba y tomaba una sudadera roja de su armario.

—muchas gracias, Sam —sonrió ella.

—ehh, puedo llevarte si quieres, tengo una bicicleta —dijo él.

—por favor, ¿no te molesta? —él negó con la cabeza en seguida.

—anda, vamos, tenemos que salir corriendo —ella asintió y ambos salieron del apartamento lo más rápido que pudieron.

Sam sacó su bicicleta y bajaron por elevador, el cuál les hacía perder más tiempo por la lentitud que llevaba, pero si bajaban por las escaleras la bicicleta iba a ser estorbosa.

Salieron a la calle, él se sentó y ella, apoyada en dos tubos al lado de las ruedas, se abrazó de los hombros de Sam, dejando sus brazos caer en su pecho y recargando su mejilla en la espalda de éste.

Su corazón latía rápido, podía escucharlo al prestar muchísima atención si pegaba su oído a la espalda del chico.

Hazel le indicaba con su voz las calles que debía recorrer y en donde girar. Hacían buen equipo.

Chance with you || MehroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora