02| Trazos

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Elliot

—Tengo que irme, lo siento. —Oliver se levantó de la mesa con rapidez mientras guardaba su móvil en el bolsillo de su pantalón. Hace apenas unos minutos había recibido una llamada de que su madre se había puesto mal y estaba en el hospital.

—No te preocupes, ojalá todo esté bien. —le sonreí, se dio la vuelta y salió de la pequeña cafetería donde estábamos. Saqué el móvil tras darle el último sorbo a mi café que aún se había mantenido caliente.

Aquella sensación de pasar el trago me quemó la garganta de una forma satisfactoria, mire a mi alrededor, soplandome las manos para conseguir un poco de calor entre todo este frío. Revisé uno que otro mensaje de mis padres, entonces recordé que había quedado en ir a visitarlos el próximo mes pues hacía ya bastante tiempo que no los veía y estaba preocupado en cuanto a su salud y esas cosas.

La campanita que estaba arriba de la puerta sonó, llamando mi atención, aquel rostro familiar entró a la cafetería tras una brisa de aire frío que se expandió en el pequeño lugar, sus pisadas resonaron en el piso de madera mientras su mirada buscaba una mesa vacía. Pasó de largo hasta la mesa que quedaba detrás de mí.

Pensé durante algunos minutos en si ir o no, pero al final decidí ir por la simple curiosidad y a parte la chica no se miraba tan mala persona, tal vez no a como lo había descrito Diana... Eider, me parece que así dijo que se llamaba, un nombre curioso, jamás lo había escuchado. Me levanté decidido de mi mesa, recorrí la silla de regreso a su lugar y me di la vuelta en dirección a la otra mesa justo donde estaba ella, desplace la silla hacía atrás para sentarme, llamando su atención.

Un quejido se escapó de sus labios al mismo tiempo que dio un saltito en la silla a causa de mi llegada tan desprevenida. -Hola, buenos días... -saludé amablemente mientras ella me recorría con la mirada de arriba hacia abajo— ¿Me recuerdas?

—Claro, como no. Buenos días. —saludó con el mismo entusiasmo con el que habíamos hablado la vez pasada. Comenzó a desenrollar la bufanda que llevaba puesta alrededor del cuello, haciéndola una bolita y dejándola sobre su regazo.

—¿Cómo te llamas? Ayer no me lo dijiste. —pregunte a pesar de ya saberlo pues el silencio comenzaba a hacerse presente, un silencio incomodo que solo habitaba por nuestras mesa ya que de fondo aún era posible escuchar las voces de las personas distribuidas por la cafetería, los autos pasando por afuera y las pisadas de por fuera.

—Eider, ¿tú? —dio un sorbo a su bebida que acababan de traerle.

—Elliot.

—¿Y a qué te dedicas, Elliot? —aquella mirada que me mostraba no era incómoda, sin embargo, por alguna extraña razón me lograba incomodar bastante. Me crucé de manos y pies, poniendo una mejor postura.

—Por ahora nada, acabo de dejar mi antiguo trabajo. —Aquello era cierto, pues a penas hace un mes había dejado mi trabajo.

—¿De qué trabajabas? —entre cerró los ojos, recargando la espalda sobre la silla, mostrando la desconfianza que ya había tardado en mostrar.

—Era diseñador gráfico en una empresa de marketing. Pero hubo problemas en la economía y bajaron el sueldo, decidí salirme junto con varias personas, ahora solo me dedico a subir pinturas que hago a internet y venderlas. Aunque no lo creas es un muy buen trabajo.

—¿Te gusta dibujar entonces?

—Bastante, ¿y tú? ¿haces otra cosa aparte de practicar la danza clásica? —pregunte curioso.

Jugueteo con sus dedos por encima de la mesa, desviando la vista de mi cara hasta el té que reposaba sobre un pequeño plato, donde por la taza se miraba el humo saliendo y esparciéndose por el aire hasta perderse- Pues solo tengo un trabajo de medio tiempo, desde las seis de la mañana hasta la una, aunque usualmente suelo quedarme un par de horas extras al regresar de la hora para comer.

El Arte De Ser AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora