Capítulo II: Hay cosas que preferimos no saber

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No creas que eso fue lo último que sabrás de él, querido lector. También hay muchas cosas que quiero contarte. Tal vez sea importuna al comenzar de nuevo entrelazando mi escrito anterior, pero, sé que lo agradecerás más adelante.

Antes que nada puedo decirte que yo soy diferente a muchos. Todos dicen eso, pero yo de verdad me sentía diferente entre todas las personas diferentes.  Como el recuerdo de un libro que amo demasiado. No soy de las que leen muchas cosas, igualmente, no soy apasionada a los libros. Sólo a algunos autores y a unos pocos libros. Uno de esos es El Principito.

Ya sé. Es muy extraño escuchar a alguien de mi edad decir que ama un libro para niños. No es eso, es más que un libro. Para mí siempre se resumirá en esta frase:

“Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno no se realizó”

Es algo tonto, lo sé. Así era; tonta, ingenua y soñadora.

(Alerta de Spoiler: No soy muy buena escribiendo, por eso no defino bien los tiempos en que narro)

Sí, también quiero decirte que me gusta escribir y citar a otros. Me hace querer llegar a la grandeza. Ser alguien diferente a la que soy hoy en día. Si supieras, querido lector, que soy un desastre. No uno cualquiera.

Hay muchas personas que dicen que su vida es una mierda. Nada se iguala a la mía, supongo. Todos tenemos problemas —ciertamente los míos era bastante malos para cuando tenía diecisiete años, en cambio ahora…— y perseguimos soluciones.

Creo que no te conviene leer esto ahora. Más adelante lo entenderás mejor. Soy complicada hasta lo más profundo de mi alma. Mi espíritu era libre, pero, no se reflejaba a lo que era externamente.

Si alguien tiene sueños, trata de cumplirlos. La vida es simple, pero la hacemos complicada. En fin, volveré a mi relato original.

            ¿Recuerdas esa noche cuando tocaba y apareció este chico de cabello oscuro y estilo retro? Espero que sí. Mucho de lo que te contaré tiene que ver con él y los veranos. No sé porque tenía que ser siempre esa estación inclemente. Me gustaba más el invierno. Algunas personas dicen que los amores de verano no se olvidan. ¡Já! Cuánta razón tienen…

            Esa misma noche supe su nombre. Se llama Alex. Recuerdo haber buscado su significado su nombre en internet luego que termináramos de cantar. Significa el salvador del mundo, pero estaba segura que no se trataba del Planeta…

            Mi madre no dijo nada cuando él se sentó mi lado y muy amablemente extendió su mano para darse a conocer con ella. Hizo lo mismo conmigo. Era verdaderamente un “caballero”. Sabrás que para mí los caballeros de brillante armadura no existían. Si quería las estrellas tendría que bajármelas yo.

            —Lo siento, si interrumpo su momento íntimo —Se disculpó—. Es que es imposible negarse a estar sentado en una fogata cerca del mar y poder cantar un poco.

            Reí entre dientes (obviamente mi risa era nerviosa). Él escucho y empujó amigablemente con su hombro.

            —Por cierto… —Continuó— Nunca me dijiste tu nombre.

            —Me llamo Ann —Dije y no supe cómo.

            La arena estaba fría y metí mis pies bajo ella. Estaba muy nerviosa.

            —El gusto es totalmente mío, Ann —Habló bajo—. El mío es  Alex.

            ¿Ves? No soy muy buena en esto, pero, sé que mejoraré. Debo organizar mejor los hechos que tengo que narrarte.

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