I. Invocación

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49:46 Swan theme

Harry abrió la puerta del establecimiento aquella mañana de otoño, haciendo sonar la campanita que anunciaba su llegada. El lugar era cálido por dentro, un poco lúgubre tal vez a pesar de ser concurrido. El cual, le daba la bienvenida a los invitados seduciéndolos con el perpetuo calor que resultaba reconfortante en comparación del viento helado de mediados de octubre. Una sensación que llenaba el vacío que tomaba posesión de su cuerpo en días que él definiría como terribles.

Cerró la puerta a sus espaldas e hizo sonar sus pasos, la suela de sus botas entrando en contacto con la madera vieja y desgastada de aquella librería. La única que seguía funcionando en el pueblo solitario en el que residía.

—¡Buenos días!— Dijo, aún sabiendo que no recibiría un saludo de vuelta, ni siquiera una mueca parecida a una sonrisa. Nada. Única y absoluta indiferencia.

Había una que otra persona en las mesas que se extendían a lo largo de las húmedas ventanas. Con tazas de café hirviente en sus manos, buscando proporcionarle calor a su cuerpo. Leyendo, escribiendo o simplemente existiendo en silencio. Ninguno respondió a su saludo o se tomó la molestia de dirigirle la mirada. Suspiró.

Harry estaba agotado, desgastado mentalmente. La situación que vivía su familia era complicada, pero nadie parecía prestarle atención a ello. Simplemente se dejaron envolver por los rumores que los involucraban, que no eran nada más que inventos de las personas religiosas y con más antigüedad que habitaban en un pueblo como Salem.

Acomodó sus rizos largos que sobresalían del beanie gris que portaba aquella mañana y avanzó tímidamente, con las manos en los bolsillos de su abrigo largo -del color de las hojas que caían en otoño- y sus mejillas y nariz rojas ante la exposición del frío. Trató de sonreírle a las personas que se cruzaban en su camino, pero lo único que obtuvo fueron miradas descorteces y golpes accidentales en los hombros.

Sin dejarse afectar por aquello, tratando de continuar con su vida como comúnmente lo haría, avanzó largos pasillos con libreros repletos de historias contadas sin ser leídas en su totalidad. Con mundos y universos alternos al que el ser humano temía abrirse por miedo a lo que encontraría al leer las palabras plasmadas en viejas y amarillentas páginas.

Avanzó tanto, recorriendo lugares inimaginables que carecían de su atención, hasta encontrar aquellas escaleras. Aquellos peculiares peldaños que estaban en un estado deplorable, hechos con una vieja madera que emitía un sonido extraño cuando se pisaban. Los mismos peldaños que le eran relatados por su hermana cuando era solo un niño sin conocimiento del cruel mundo. Cuando ella se sentaba mientras acariciaba sus rizos y encontraba la manera de expresar cómo era que le dedicaba tiempo a su nueva afición favorita; leer. Uno por uno fue subiendo, hasta llegar a la sección de la biblioteca a la que ya nadie iba.

Una sección que carecía de luz, al ser cubiertas las ventanas con tela blanca larga que acumulaba partículas diminutas de polvo hasta convertir el blanco impoluto en un tono amarillento. Un área que, al parecer, había sido abandonada años atrás, desde la tragedia que había traído un sinfín de maldiciones, leyendas, cuentos e inventos al lugar. Pero a Harry, una persona que necesitaba desesperadamente respuestas, no le importaba en lo más mínimo.

Tomó la linterna que traía consigo, iluminando el piso por donde caminaba. Mirando a su alrededor, ojos verdes con una mirada profunda, que suplicaban ayuda en cualquier vestigio de color, lo observaban todo curiosamente. Se encontró de pronto maravillado, incluso si estaba temblando de miedo en su interior. Aquel lugar era como el que describía su hermana en aquellos diarios viejos, repletos de escritos, palabras y frases en un idioma que no entendía, pero que estaba seguro contenían las respuestas a sus interrogantes. Melancólico, aristocrático, distinguido. Lo era todo y nada a la vez.

blood, sweat and tears | l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora