Consecuencias inesperadas

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—No sé cuál es tu preocupación —y una vez más, Ron retomó la conversación por enésima vez esa noche, luego de que Harry hubo llegado hacía minutos de haber restregado trofeos.

Harry mentalmente contó hasta diez.

—En serio, ya hiciste la apuesta… bueno, sí, eso cuenta como apuesta, ¿no? —soltó Seamus y para leve impresión de Harry, se vea sinceramente curioso.

Ron resopló con desdén.

— ¿Besar al hurón? ¡Claro que no!

— ¡Ronald!

Y ahí estaba la voz mandona de su querida amiga Hermione en defensa de los pobres animales abandonados.

Harry rodó los ojos, no molestándose en aportar algo productivo a la profunda discusión sobre si la apuesta realizada es válida o no.

Según Ron, besar animales no cuenta.

Pero su cabello rosado es una prueba fehaciente de que sí, sí cuenta.

Besar jodidos hurones sí que cuenta.

Que se lo digan a Harry que aún no comprende por qué no ha sido hechizado por la varita de un escurridizo Draco Malfoy.

—Lo siento, Herm —dijo finalmente Ron, aunque no lo sentía realmente. Luego, con el entrecejo fruncido, se volvió hacia un lacónico Harry que veía absorto las llamas crepitantes de la chimenea de la sala común—. Compañero… no deberías darle más vueltas al asunto. ¿Qué si Malfoy no te hechizó?

Pero Harry negó con la cabeza, Ron simplemente no lo comprendía.

—No lo comprendes, Ron…

—Pero igual no deberías preocuparte —insistió él.

—Sí —afirmó Seamus con vehemencia—. Más bien deberías preocuparte por lo que le hiciste a nuestros ojos. Déjame decirte que los sueños en la madrugada no son nada inspiradores…

Dean soltó una suave risita.

—Y que lo digas, nunca pensé que viviría para ver a Harry besar a Malfoy delante de todos.

Harry volvió a negar con la cabeza, no estaba de humor para las burlas.

—Eso es lo que ustedes pidieron —masculló en voz baja, luego resopló, incorporándose del mueble—. Voy a dar un paseo… solo ­—dijo lo último cuando vio que Hermione y Ron se paraban con intenciones de seguirle.

Caminó hacia el retrato, saliendo al instante y lo último que escuchó antes de que éste se cerrara fue a Hermione regañando a Ron, como cosa rara.

Cuando llegó a los oscuros pasillos, estos eran apenas alumbrados por unos cuantos candelabros que se encendían con su caminar, notando con rapidez que no cargaba consigo la capa ni el Mapa. Si quería pasar más tiempo del estipulado fuera de la Torre, ciertamente debía ir a por ellos, pero llegó a la conclusión de que no quería ver a los chicos, no ahora al menos.

No estaba de humor para aguantarse las burlas que sabía, vendrían luego de haber besado de esa forma a Malfoy delante de todos. En realidad, aunque no lo hubiera besado a él, igual ahora estarían burlándose a costa de su infelicidad.

No le molestaba eso en realidad, ya estaba acostumbrado. Lo que le irritaba era que al parecer ellos veían normal que Malfoy se comportara como un cobarde, bueno, más cobarde de lo usual. Por regla tácita, Malfoy y él se insultaban o liaban a varitas en los pasillos al menos tres veces por día. Y eso sin contar el desastre que causaban en Pociones o las prácticas de Quidditch.

La gran apuesta (three-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora