Parte 8

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Un día cualquiera del mes de Mayo


- Akako, eres tan hermosa, te amo

- Akako, sal conmigo, ¡por favor!

- ¡Akako...!

Con coquetería, Akako dejó que una risita orgullosa escapara de sus labios. Efectivamente, ella era la mujer más hermosa, cualquier hombre que la mirase por más de 5 segundos caía rendido a sus pies y se convertía en su esclavo.

Bueno... cualquier hombre... salvo uno.

Procurando olvidar a aquel insolente mago que se había resistido a ser completamente suyo, Akako avanzó luciéndose seductora entre las filas de sus fans. Gritos de admiración y declaraciones de amor eterno se elevaron entre los chicos, haciendo que la bruja levantara aún más la barbilla y posase como una modelo.

En eso, una niebla oscura surgió de repente de la nada, rodeándola completamente. Las voces de los chicos que hasta hacía unos momentos la habían estado alabando fueron haciéndose más y más confusas, hasta que finalmente se apagaron, dejando a Akako sola y aislada en la más completa oscuridad. La chica no pudo evitar estremecerse de pies a cabeza. ¿Qué estaba pasando? Una luz empezó a brillar, iluminando la oscuridad que amenazaba con tragarla. Parpadeó tímidamente como si la estuviera llamando, y Akako sintió que debía ir hacia ella.

Conforme se acercaba a la luz poco a poco, ésta empezó a transformarse, y frente a la chica apareció un hermoso árbol. Sus ramas se alzaban majestuosas y elegantes llenas de hermosas flores de cerezo, y su tronco era fuerte. Un suave silbar atrajo su atención, y al mirar hacia arriba, vio que en una de las ramas había un nido con dos polluelos de paloma. Una era muy blanca, tan blanca como la nieve. Daba saltitos por el nido, incapaz de estarse quieta, silbando alegremente. La otra en cambio era negra como la noche, y permanecía tranquilamente observando a su hermana con mucha atención.

Una sustancia extraña, viscosa y repugnante, surgió desde las raíces y empezó a trepar por el árbol. Akako vio con horror, y sin poder hacer nada, como alcanzaba el nido de los polluelos. Los dos pequeños comenzaron a volar como pudieron, abandonando el nido para alejarse de la sustancia lo más posible, cada uno tomando una dirección opuesta a la otra y separándose.

Akako abrió los ojos de golpe, mientras tendía su mano hacia el vacío. Confundida se incorporó rápidamente y miró a su alrededor, comprobando que estaba en su habitación. La luz de las primeras horas de un nuevo día comenzaba a entrar por las ventanas. Abandonando la calidez y suavidad de su cama, se acercó a la ventana y apartó de un tirón las cortinas. Los rayos de sol inundaron completamente la estancia, haciendo que Akako cerrara los ojos y disfrutara al sentir como todo su cuerpo era calentando. Era un hermoso día de primavera, pero aún así un pequeño estremecimiento la hizo frotarse los brazos con las manos.

En ese momento se escucharon unos golpes en la puerta de la habitación.

- Señorita Akako... - murmuró tímidamente su sirviente desde el otro lado - ¿Está ya despierta? Su desayuno está dispuesto...

- Está bien. Ya voy - respondió la chica, apartándose de la ventana y caminando hacia su vestidor.

Había tenido un sueño muy molesto se dijo mientras se vestía con el uniforme del instituto, pero ya estaba, no debía pensar más en ello. Aunque... ¿Realmente fue sólo un sueño? Aturdida, miró la palma de su mano, al parecer había intentado ayudar a los polluelos justo antes de despertarse. Frunció los labios al recordar a la pequeña paloma blanca, y no pudo evitar asociarla con cierto travieso ladronzuelo...

- No debería perder el tiempo con tonterías. Fue un sueño y ya. El mundo no gira a tu alrededor Kuroba...

Al pasar al lado de la cómoda, su vista se posó sin que pudiera evitarlo en la baraja de tarot. Nerviosa, se mordisqueó la uña del pulgar. Podía hacer una consulta rápida, ¿verdad? Su sueño no tenía porqué ser una premonición de que algo malo se estaba cerniendo sobre el mago. Maldeciéndose a sí misma por su debilidad siempre que se trataba de Kid, Akako tomó las cartas y concentrándose, barajó los naipes varias veces y extrajo uno del mazo. Al darle la vuelta y ver cuál era, su boca se abrió y un "oh" sorprendido fue lo único que salió. Eso no se lo esperaba. Repitió la acción, y el resultado fue exactamente el mismo. De acuerdo, aquello era sin lugar a dudas muy interesante, y hasta divertido a largo plazo.

Separados Al NacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora