Me despierto agitado, aturdido por la alarma del despertador.
Es lunes, hoy tengo clases.
Hago un gran esfuerzo para levantarme de la cama, el frío den suelo bajo mis pies me hace temblar.
Camino al baño, en silencio, todos duermen en la mañana, excepto yo.
Acomodo un poco mi cabello, lavo mi cara y cepillo mis dientes sin mucha energía.
Son las ocho de la mañana y puedo escuchar los ronquidos de mi hermano.
Miro mi reflejo en el gran espejo de el living, la camiseta blanca junto con el jean negro hacen que mi piel se vea mas pálida por alguna razón que no compendo, ni intento comprender.
Tomo el pequeño morral negro que esta encima de el sofá y lo cuelgo eni hombro, dando un último vistazo a mi reflejo. Veo mis ojos verder, sin brillo alguno, mis labios rosados y mi nariz pequeña y ancha.
Veo a alguien bajar por la escalera.
Es Fabián, el esposo de mi madre.
El me mira mientras razca su trasero. Trae puesto únicamente un boxer blanco, cubierto de manchas que por suerte desconozco.
-¿Ya te vas?- Dice el, en un intento de tono dulce.
-¿Que te parece?- Le contesto tajante.
No tengo buena relación con el ni me interesa tenerla. El es flaco, alto, rubio, es el dueño de una fabrica de algo que no comprendo del todo.
Aún así verlo en mi casa, paseándose en ropa interior me revuelve el estomago.
Fabián dice algo pero lo ignoro. abro la puerta de la casa y salgo rápido, dando un fuerte portazo.
Camino a la escuela, que esta ubicada a unas manzanas de mi casa.
Pongo un pie en la calle y apenas lo hago un auto negro pasa a milímetros de mi.
