Capítulo cuatro.

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27 de marzo, 2017

Lucas

—Habitación 121.

Al darme la vuelta para ver de donde provenía aquella voz que había pronunciado las mismas palabras que habían salido de mi boca, me encontré con unos ojos color café que me miraban con intensidad y algo de curiosidad.

—¿Es tu habitación? —ella señaló la puerta que se encontraba tras mi espalda y miró el trozo de papel que retenía en su mano izquierda.

Frunció el ceño y eso la hizo incluso más atractiva. No era hermosa de una forma extraordinaria. No era demasiado alta, ni tenía muchas curvas, pero si las suficientes para que mi mirada quedara clavada en ella. Su cabello, que mantenía sujeto en una coleta alta y que dejaba caer alrededor de su rostro unos finos mechones, era de un tono rojizo. Definitivamente era capaz de llamar la atención de cualquier hombre. Bueno, casi todos.

Ella aclaró su garganta y yo le sonreí.

—¿Es o no? —preguntó.

—Por lo que está escrito en el papel que me dieron, si —contesté.

—De acuerdo, definitivamente no me esperaba compartir habitación con un chico —me sonrió y se adelantó para abrir la puerta con sus llaves—. Supongo que lo tendré que soportar.

Agarramos nuestras maletas y nos encaminamos dentro de la habitación. Mientras encendía las luces, la pelirroja -que por cierto todavía no había pronunciado su nombre-, cerró la puerta y corrió hacia uno de las camas que se encontraban a su derecha, dejándose caer y enterrando el rostro en la almohada. Reí por lo bajo pero al parecer me escuchó, porque rápidamente giró el rostro para mirarme. Segundos después, en los que debo admitir aguante la respiración —nunca se sabe como una chica puede reaccionar cuando te ríes de ellas—, soltó una pequeña risita y se sentó en mitad de la cama, cruzándose de piernas.

Al sentir su mirada, desvié la mía rápidamente para observar la habitación. No era demasiado grande, pero era espaciosa. Poseía dos camas del lado derecho, por lo que una se encontraba ocupada por la pelirroja y pude observar una tercera cama enfrentada a las anteriores, la que por cierto, tomé como mía. Las paredes era de un color crema y el piso era alfombrado. Cómodo, luminoso y con lugar suficiente para tres personas conviviendo —teniendo en cuenta que hay una chica que puede ser tremendamente revoltosa—. Ah si, lo olvidaba, también hay una baño privado y tres armarios pequeños además de dos cómodas de madera maciza y un escritorio amplio.

La chica seguía mirándome, lo cual era realmente muy incomodo. No estaba acostumbrado a comunicarme con chicas. Soy tímido y por lo general, comienzo a tartamudear al estar cerca de chicas atractivas. Pero ella... ella es diferente de una manera que me gusta.

—Por cierto —dijo con una sonrisa, interrumpiendo mis pensamientos—, soy Olivia, pero dime Liv. Lo prefiero así.

—Mucho gusto, Liv —me posicioné frente a ella y le tendí la mano, la cuál al segundo siguiente estrechó con la suya—. Soy Lucas. ¿Es tu primer año en Eaton?

—Por desgracia —susurró al tiempo que se encogía de hombros como restándole importancia y se levantó para encaminarse hacia su maleta—. Mi madre me obligó ya que fui expulsada de antiguo instituto y como en Eaton las clases comenzaban más tarde, movió contactos y bueno.... ¡aquí me tienes!

—También es mi primer año —volví a sonreírle y me dirigí hacia mi propia maleta para comenzar a desempacar.

—Entonces nos llevaremos bien —escuché que decía al rodearme para llegar hasta uno de los armarios.

Eternal: Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora