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Cuando los sumisos rayos de sol quisieron hacerse lugar en el inconmensurable cielo plomizo, no tuvieron más alternativa que aceptar que esa, era una tarea demasiado ardua para ellos

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Cuando los sumisos rayos de sol quisieron hacerse lugar en el inconmensurable cielo plomizo, no tuvieron más alternativa que aceptar que esa, era una tarea demasiado ardua para ellos.
¿Cómo podrían competir con la copiosa nevada nocturna?

Un día cualquiera del tiempo de los fríos, Jimin salió de su vivienda envuelto en pesadas pieles para hacer frente al gélido territorio que le quedaba por delante para llegar al Caldero de los Dioses. Sitio donde se reuniría con el druida y los sacerdotes de su aldea para establecer quiénes serían los herederos naturales para proteger a estas tierras de aquellos cielos.

Sacó el trineo del cobertizo y lo arrastró hasta el corral donde se encontraban los cinco samoyedos que le ayudarán con el traslado.
Sin importar los treinta grados bajo cero, Jimin se quitó las botas y las pieles de encima para quedar absolutamente desnudo. Acomodó prolijamente ropaje y calzado bajo las mantas dentro del trineo y antes de que su cuerpo comenzara a sentir los estragos de la hipotermia, cambió de forma y un bellísimo husky siberiano rojo, de trufa¹ rosada, se manifestó.

Con total dominio de sus movimientos enredó su cabeza dentro de las riendas del trineo y junto a sus cinco perros rusos, llegados especialmente para él desde las estepas siberianas, comenzaron la travesía por los hielos.

Los canes de color crema clara, son perros puros. No son híbridos, con lo cual requieren de entrenamiento por poseer un carácter juguetón y tozudo. Jimin eligió entrenarlos desde su forma animal ya que él es el "macho alfa'' de esa pequeña manada de seis.

Hacer el recorrido hasta su destino les llevaría unos tres días con sus noches. Eso, si todo salía bien y no aparecían complicaciones. Pero no todo es como uno planea, y las complejidades, por supuesto que llegaron. En la zona más rocosa donde confluyen dos de los ríos más impetuosos, Jimin notó que tenía compañía.
Algo o alguien les seguía sus pisadas a corta distancia.

No detuvo el trineo. Desde niño aprendió que nunca debía detenerse en la mitad de la nada. Agitó con voz de mando para que sus samoyedos corrieran más fuerte. Por el rabillo del ojo pudo divisar cómo una manada de lobos corría a la par de ellos.
Él sintió temor pero continuó la carrera para tratar de llegar al puente.

Sin embargo el lobo alfa que lo perseguía, dió tremendo salto y cayó a metros del frente del trineo obligando a Jimin y a sus perros, detenerse de manera abrupta.

El lobo caminó en cámara lenta hasta llegar a la cara del siberiano. Sus fosas nasales se abrían y cerraban rítmicamente tratando de definir el olor del híbrido.

—¿Qué eres? —Su voz grave resonó en el paisaje helado.

—Te pregunté qué eres. No puedo olerte, no puedo distinguir tu olor
El lobo lo olfateaba de arriba a abajo.

—Sé que no eres un can puro. Los que tienes detrás tuyo sí son perros ¿Pero tú....? Nunca vi un lobo como tú, nunca vi un lobo con tus colores....

Niño RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora