Día lluvioso

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Nam Sook era alguien que detestaba la lluvia, odiaba mojar sus zapatos y empaparse de pies a cabeza, además el cielo se veía tan depresivo cuando se pintaba de un color gris apagado y las nubes soltaban sus lágrimas pesadas.

Había algo peor que eso, ir a la escuela con ese clima, llegó escurriendo a su salón y tuvo que limpiar el piso antes que un profesor le llamase la atención o algo peor. Veamos, lluvia y escuela, dos de sus cosas menos preferidas pero sin duda había una más que nunca faltaba y todo por su perfecta lista de asistencias.

Park Yohan era un compañero de su clase, siempre destacaba en todo y era atractivo para la mayoría de las chicas, sin embargo, no era algo del otro mundo. Ambos alumnos tenían una mala relación pero no por querer destacar o cosas así, simplemente nunca lograron llevarse bien y mejor decidieron no involucrarse el uno con el otro.

Volviendo al tema, al ver a su compañero sentía unas sensaciones extrañas en el estómago y no, no eran mariposas, eran náuseas. Su día se resumía en dormir en clase de matemáticas e implorarle al cielo que el reloj sonara para la hora del descanso. Justo a las 10:30 de la mañana, todos salieron a desayunar algo y en realidad Sook no era alguien antisocial pero nunca destacó mucho como para hacerlo alguien interesante, lo sorprendente de ese día fue que su némesis se sentó a su lado para comer algo, quizá ya no quedaban mesas.

—No te preocupes, ni que fuera a hundirte la cara en tu pastel de chocolate—el sarcasmo de Park no era algo del otro mundo y eso era irritante, solo quería desayunar en paz una vez.

—Pudiste ir al baño a comer, prefiero sentarme en un cactus a estar a tu lado—dijo indiferente.

—Quizá lo haga, las malas vibras me hacen perder el apetito pero si vine aquí es porque no me interesa nada de lo que digas, igual es como hablar con la pared ¿no?—

—No me importa nada de lo que hagas, por mí pierde el apetito todas las veces que sea necesario, buen día.

Sí, esa era una conversación normal para ambos, jamás podían convivir sin insultarse mutuamente. En fin, su hora de salida era casi a las 2:00 pm y Sook usualmente solía ir a casa, dirigirle la mirada a su madre que lo esperaba emocionada y luego encerrarse en su habitación para perder el tiempo. No es que tuviese una mala vida, su madre lo adoraba, tenía buenas calificaciones y ningún hermano menor por el cual preocuparse, entonces ¿por qué se sentía tan infeliz? Tan monótono, tan aburrido y harto de todos, solo quería desaparecer del mundo unas horas y eso lo conseguía durmiendo.

Dejó sus cosas tiradas por cualquier lugar y se hizo bolita en su cama, una ventaja de la lluvia era que podías dormir fácilmente al escuchar las gotas golpear contra las ventanas.

Amaba la sensación de cerrar los ojos y sentirse abrazado por la suavidad de sus sábanas. Normalmente soñaba con cosas sin sentido o a veces con recuerdos de su infancia, pero esta vez, esta vez sintió flotar su cuerpo y luego un calor intenso. Despertó de golpe para quitarse las sábanas de encima y notó que su habitación tenía más luz de lo normal, esperen, esa no era su habitación.

Esa era una habitación totalmente desconocida para él, era enorme y tenía una vista perfecta a un precioso árbol de cerezo. Aunque no se veía tan mal, no tenía idea de lo que hacía ahí. Un hombre viejo entró a la habitación con una bandeja de comida y té caliente para luego dejarla sobre los pies de Sook y luego retirarse como si nada. ¿Estaba soñando? ¿Era uno de los tantos sueños bizarros que tenía? Ni él mismo lo sabía.

—Despertaste, por favor no te molestes en comer algo— habló bastante animado aquel hombre de rostro familiar.

—¿Yohan..?—

Escritura creativa parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora