05 - Mandarinas

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Tres días después la mujer Hinata y su hija ya estaban preparadas para volver a casa.

Shoyo, por su parte, aunque tal vez la de todos, estaba más que seguro que quería ver a su hermana junto a él, en su casa.

Él sabía que sus padres habían preparado una habitación para la bebé; nunca le dejaron entrar, decían que era para que fuera una sorpresa para ambos. Le costó muchísimo esperar, sobre todo tuvo que aguantar las ganas de entrar sin que se enteraran.

Dió la una de la tarde, ya estaba que se moría de ganas.

Su padre hacía una hora que había salido, ya debería llegar.

-Lleguen ya, lleguen ya, lleguen ya -pedía mientras daba vueltas en la entrada y se mordía el dedo pulgar de su mano derecha, frunciendo levemente el ceño, sin poder esperar un segundo más- Lleguen ya, lleguen ya, lleguen ya -y sonó el llavero de su padre como una trompeta celestial; Menos mal, porque sino habría empezado a gritar de desesperación.

-¡Bienvenidos, bienvenidos! -daba la bienvenida Shoyo rápidamente, sus pensamientos ahora mismo los ocupaba la bebé- ¿Dónde está? ¿Dónde está? -preguntaba con una sonrisa en su boca, esperando ansiosamente volver a verla y sentir la misma serotonina que experimentó el primer día que la vió.

-Está aquí -señaló su madre a la parte transportable del carrito de bebés, detrás de ella. Él se acercó lentamente manteniendo su emoción al margen y, sobre todo, evitando gritar ante la hermosura de su hermana.

-Hola bebé -susurró a su lado, ella no se movió-. Oh, tienes sueño...

-¡Le interpretó a la primera!

-Hmmm, te llevaré a tu habitación -se giró hacia su madre- ¿Puedo?

-Claro, sí que puedes.

Agarró el cestito y como pudo lo llevó hacia la habitación prohibida sin que chocara con absolutamente nada.

-Llegamos~ -con delicadeza puso el transportín en el suelo y vio como su padre buscaba una llave entre todas las que tenía- ¡Va a abrir la puerta! -la emoción se vio claramente reflejada en su rostro, ¡al fin vería la habitación de su hermana!

Lentamente la bebé abría los ojos encontrándose directamente con la cabellera naranja de su hermano. Shoyo sintió la mirada y giró hacia ella.

-Vamos a ver tu habitación -le informó-, ¿tienes ganas? -su hermana, sin poder hacer otra cosa, le miraba atentamente- ¡Tomaré eso como un sí! -rió- Yo también tengo ganas -declaró.

Abrió la puerta.

Mandarinas, mandarinas, mandarinas, mandarinas, mandarinas y más mandarinas.

-¡Es la habitación perfecta! -opinó a boca abierta- ¿Por qué la mía no es así? -era más un halago que una queja.

Dejó a su hermana con su padre no sin antes avisarle que cotillearía un poco y miró, miro, y miró. Sin duda su hermana disfrutaría esa habitación.

Las paredes estaban cubiertas por un papel de color blanco con un leve tono naranja con estampados de mandarinas, la cuna era naranja claro, la alfombra central era naranja pastel, las cortinas eran amarillas ligeramente confundidas por naranja, las estanterías de color marrón sepia claro y los peluches y adornos blancos, amarillos, marrones y/o naranjas. El paraíso de Shoyo.

Tenía envidia de la buena.

-Hey Natsu, ¿no te parece buena idea que cambiemos de habitación? -preguntó mirándola desde el marco de la ventana que daba hacia la misma dirección de la ventana de Shoyo, los árboles.

-Podrá elegir cuando sea más mayor, de momento se quedará aquí.

-Jo... -se desanimó un poco, solo un poco de nada.

-¿Quién tiene hambre? -apareció la madre con entusiasmo asustando a los demás, rió cuando vió que hasta sus hombros fueron levantados- Venga, ya es tarde, comamos.

-¡Sí!

-Hey Natsu -la llamó para que le prestara atención-, cuando sea mayor seré padre, creo que es una profesión genial. Creo que tú también podrás ser madre, solo si tú quieres porque he oído de mamá que ser madre cuesta mucho... y no quiero verte sufrir, así que tendrás que pensar muy bien sobre eso en el futuro.

-Shoyo, ya tienes que dormir -le recordó abriendo la puerta corredera del cuarto de Natsu.

-¡Pero ella también está aquí! ¿Por qué solo me hablas a mí? -cuestionó indignado y de paso olvidando lo que estaba hablando con su hermana.

-Ehhh -¿Debo decir que tengo un hijo listo o un hijo con ideas raras?- S-sí, sí. Shoyo y Natsu, a dormir ya.

-Eso está mejor. ¡Buenas noches! -se arropó hasta el cuello y volvió a mirar a su hermana en su cuna antes de cerrar los ojos.

-Buenas noches~ -cerró la puerta.

-Tu hijo es todo un caso -habló al hombre a su lado, él se rió.

-Venga, a dormir.

-A dormir.

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Dios mío como amo a los Hinata.

𝗟𝗮 𝗮𝗹𝗲𝗴𝗿𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗦𝗵𝗼𝘆𝗼 - Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora