La maldición de Petra

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Karl es un hombre de escasos 25 años de edad. Para su mente incrustada en el mundo onírico, pocas personas merecían el cariño que el hombre puede llegar a otorgar, ese cariño que llena vidas de colores y dota a los grandes poetas de un léxico capaz de enamorar a cualquier ser viviente que se pose sobre la tierra, el mar, el aire o el desconocido firmamento. Prefería dar su amor y afecto a los personajes que muchas veces lo habían salvado del infierno que supone existir en un mundo como este. Para el momento en el que la tragedia ocurrió, se encontraba absorto en el bestiario de hombres realizado por Dante, preguntándose por qué no había un círculo destinado a las personas incapaces de amar, mientras la luna que todo lo mira se asomaba fútilmente en su ventana de marco de madera recientemente pintado por las delicadas manos de su esposa, la única mujer que había logrado sacar a un lector empedernido de su mundo de fantasía. La biblioteca de su padre había sido una salida a la cruda realidad de robos y asesinatos del mundo exterior, en sus libros todo era mejor, podía viajar sin viajar, podía asustarse, podía llorar, podía reír. Conocía los escritos que se posaban en los viejos estantes de madera como a la palma de su mano, habían 121 textos en total, 20 de arqueología, 10 novelas, 5 diarios, 15 tratados de filosofía, 3 obras de Shakespeare, El Quijote, y cinco cartas de José Asunción Silva, a eso le sumaba la obra maestra que reposaba en sus cálidas manos. Tan adentrado a la historia se encontraba que en algún momento su propia sombra lo asustó como un demonio que venía para tomar su alma.

Aburrido, con la paranoia que produce la lectura aún visible en su rostro y en su sombra, decidió dejar el bestiario en la mesa de noche y caminar por la alfombra entre roja y vino tinto con destino hacia su ventana, la que daba directamente a un árbol con ramas sin vida, que realizaba un movimiento pendular amenazante al son del fuerte viento. La luna que todo lo mira se iba posando lentamente sobre la mansión y Karl cerró los ojos cuando esta estaba en la cúspide.

Despertó en Petra, una ciudad que él había conocido en una investigación arquitectónica ocurrida hace muchos años, con el frío abrazador de la piedra caliza penetrando profundamente en sus huesos, sabía de aquel lugar, era Sofin-Lah, un palacio que utilizó el rey Felipe durante la misteriosa peste que extinguió sin piedad alguna a su pueblo cuando él respiraba sus últimos alientos de vida. A su alrededor se posaban las miradas sin esperanza de las personas y un hombre barbado, cansado y debilitado por el implacable paso del tiempo, poseía las manos huesudas y pálidas que de repente estaban dirigidas a su frente.

Karl revisó el nauseabundo lugar, el piso se encontraba blanco por las cenizas de los muertos y soltó un grito mientras la luna que todo lo mira se posaba en la punta afilada de la montaña. La gente asustada empezó a chuparse el dedo en tanto lagrimas y gritos salían de sus desgarradas gargantas, la gastada voz del anciano intentaba acurrucarlos como una madre, sin embargo, la invariable voluntad del llanto hacía esquivo cualquier avistamiento de paz en las personas.

Los hombres entraron en silencio durante los últimos rayos de luna que quedaban en la desconocida penumbra exterior, Karl no sabía si ya había entrado el sol, o la que mira todo los había abandonado a su suerte en el territorio favorito de los demonios.

El anciano se sentó en el único tronco que quedaba, tomó una taza de té ya frío y miró hacia arriba. Karl lo acompañó con la mirada antes de realizar la inevitable pregunta.

—¿Por qué los adultos de este pueblo están llorando?— dijo con el mismo miedo que había sentido en el momento en el cual llegó al antiquísimo lugar, aunque lo disimuló un poco, pues no descartaba la gran posibilidad de que sea un sueño producido por el subconsciente, que trataba de reconstruir las maravillosas ruinas de aquel palacio destruido, o tal vez intentaba generar un nuevo circulo del infierno donde iban los pecadores que se habían atrevido a no dar muestra de amor alguna ante la creación de los dioses.

Cuentos de las 7pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora