𖥻❪🍯˖❫ ⒎ Acuario. ꒦꒦-

851 65 87
                                    

Hallándose en la entrada del acuario Amane observó con horror el como una cantidad de innumerables parejas se iban adentrando al edificio. Incómodo el de ojos ámbar le echo un último vistazo a el estúpido panfleto el cual lo había llevado a está situación, en ese momento maldecía a su hermano por habérselo entregado y a él mismo por la curiosidad que había despertado en el tonto papel en primer lugar. Nunca antes había visitado un acuario pero por sentido común debió en mínima sospechar de que se trataría de un buen lugar para las parejas. Ahora que la realidad lo golpeaba deseaba ir personalmente a ahorcar a su yo del pasado por haber aceptado la en ese momento tentadora oferta de visitar el acuario en la apreciada compañía de su adorada docente. Apenas había dormido la noche anterior por su a veces inoperante cerebro el cual lo había torturado gravemente haciéndole pensar en toda "posibilidad" y jamás se le había pasado por la cabeza que el acuario sería un lugar asquerosamente infectado por parejas de púberos enamorados.

«¿Por qué carajos el acuario en un lugar tan recurrido por las parejas?» —se preguntó irritado arrugando el papel.

Amane soltó un suspiró en un intento de mantener la calma y dejar de sobre pensar la situación. Ese condenado edificio resultaba enorme y eso quería decir que para su bendita suerte —suerte la cual en ocasiones gozaba y sufría de la bipolaridad— no se toparía con pareja tras pareja a cada segundo, e no incomodaría su "reunión" con su maestra.

Pensó en la ausencia de la docente y seguido de eso escuchó su conveniente llamado a lo lejos.

—¡Amane-kun!

Hipnotizado, Amane observó a la albina de puntas aguamarina correr hacia él con notoria prisa, parecía avergonzada por encaminarse entre la multitud al haber llegado irremediablemente tarde dando la impresión de ser irresponsable. A medida que la fémina se acercaba hasta llegar a parase frente mientras tomaba soplos de aire por la "maratón" que se había tomado, el Yugi no pudo evitar examinarla, el rostro de la de tobillos gordos se hallaba sonrojado además de ser visible una fina capa de sudor a consecuencia de toda su carrera, mas a pesar de su agotado estado, el de curiosos ojos ámbar notó el cautivador atuendo que la mayor traía puesto.

Antes de siquiera saludarla o preguntarle por su estado Amane no pudo evitar quedar maravillado con el encantador y simple camisero blanco que la mayor traía puesto hasta por quizás unos tres centímetros por arriba de la rodillas, un camisero el cual hacía un grato juego similar con unas igual de blancas hebillas de cabello las cuales no notó a primer momento. Sin mencionar que ese bendito atuendo dejaba a su vista a las fantásticas piernas de su maestra las cuales solían dejarlo atolondrado.

¡Todo en ella se veía totalmente encantador!

A tales pensamientos hormonales el Yugi mayor sacudió la cabeza con vehemencia. Esos estúpidos pensamientos de adolescente púbero lo habían atacado nuevamente.

Necesitaba guía y el que su lado racional se hallará moliendo a golpes a sus ideas indecorosas no ayudaba mucho, ¿¡debía decir algo!?

—¡Nene-sensei! Ah... —avergonzado de su propia mente Amane golpeteo sus mejillas en un intento de arrojar al bote de basura a su lado hormonal. No es momento de hundirse en su mente y pensar en lo linda que le resulta y resultaría su maestra en toda esa "cita", no, era momento de preguntarle por su salud al haber corrido a tales escalas y estar tomando grandes tragos de aire—. ¿¡Usted se encuentra bien!? —inquirió un alarmado Yugi agitando hiperactivo sus manos fallando en su intento por ocultar su nerviosismo.

Antes de contestar Nene tomó unos dos últimos jalones de aire.

—¡P-por supuesto! —expuso con ánimo para volver a tomar unos cuantos respiros—. Ahora sólo pienso que quizás sería bueno mejorar mi resistencia física —bromeó en su intento por mantener su firmeza.

¡Lecciones de Miel! | Amanene Donde viven las historias. Descúbrelo ahora