15. Pasado

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END

El recuerdo más antiguo que tengo es calor. No como el calor agradable de un día en la playa, no como la calidez de otra persona, tampoco una fogata; un calor inmenso, capaz de calcinar a un humano hasta los huesos.

Entre el calor y la oscuridad, solo sentía ira pura. No tenía idea de la razón, simplemente era el único pensamiento que invadía mi cabeza todo el tiempo, ni siquiera sabía algo tan básico como mi propio nombre y si hubiera intentado hablar, lo más seguro es que sería incapaz de articular nada coherente.

No sé cuánto tiempo pasé de esa forma, pero lo sentí como una eternidad. Inmovilizado de manos y pies, colgando en el aire, solo en medio de la oscuridad y el calor sofocante.

Lo que nunca imagine es que la peor parte no estaba ni cerca de comenzar.

En ese momento no sabía quién era él, cuál era su nombre, qué había hecho ese demonio de cabello negro y ojos del mismo color; lo único que tenía claro es que lo odiaba, lo odié desde lo más profundo de mi ser desde que lo vi por primera vez.

Solo fui capaz de producir algo en un punto medio entre un gruñido y un rugido mientras me sacudía con violencia en un intento por liberarme para despedazarlo.

Él, por otro lado, permaneció sin cambios, con esa mirada fría y tranquila típica de él, mientras yo mismo me lastimaba al tratar de liberarme. La sangre brotaba de mis muñecas y tobillos, y mis huesos crujían; dolía como el maldito infierno, pero no me importaba nada más que descargar mi ira hacia ese demonio que ni sabía quién era.

Pasó un rato así, sin siquiera inmutarse antes de regresar por donde había llegado. Esta vez no me quedé en la oscuridad, el fuego abrasador invadió el lugar y solo me quedó arder con él.

En el tiempo siguiente las cosas no cambiaron; él me visitaba, me observaba y analizaba sin pronunciar una sola palabra o demostrar emoción alguna.

Cuando él no estaba, todo era sumergido en las llamas. Mi piel se quemaba una y otra vez; se regeneraba solo para volver a reducirse a la nada al contacto con el fuego. Cada vez que me recuperaba, se volvía más dura, más gruesa, hasta el punto en el que las ampollas dejaron de aparecer y se convirtieron en escamas, capaces de soportar el fuego infernal sin problemas, incluso la lava sería poco más que un golpe de calor.

Toda la situación era un asco; el calor, la soledad, la ira que pedía a gritos salir, y ni siquiera estoy contando que no tenía una pizca de comida o una gota de agua.

La primera vez que me habló, ya estaba mucho más tranquilo, podía pensar con algo de claridad.

—Quieres salir de aquí —él dijo—, ¿no es así?

Comprendía sus palabras, pero yo seguía siendo incapaz de formular nada, así que me limité a observarlo sin moverme, esperando que lo interpretara como un "sí".

—Parece que aún no recuperas el habla —concluyó, visiblemente decepcionado—. Como sea, sé que me entiendes, así que escucha: Firma un contrato conmigo y serás libre. Jura lealtad absoluta hacia mí y podrás salir de aquí.

Eso volvió a encender mi ira. No sabía por qué me molestaba tanto, pero lo hacía y consiguió que una gran cantidad de fuego emanara de mí. No lo comprendía, pero tampoco me importaba, solo quería incinerarlo, reducir a cenizas todo a mi alrededor.

Fue una gran decepción notar que no le había hecho nada, ni un rasguño; me bloqueó por completo solo con levantar una de sus manos para protegerse. No me dejé desanimar y continué, pero el resultado no fue diferente hasta que él aparentemente se aburrió, entonces redirigió el ataque contra mí mismo, aunque tampoco sufrí ningún daño. Terminé por apagar el fuego al concluir que no tenía caso.

Alma perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora