28. El rey del inframundo

115 11 111
                                    

Natsu

Ahora mismo, mi mente está completamente en blanco. Todo se siente lejano, no hay voces ni pensamientos intrusivos... no recordaba lo que se sentía tener tanta paz, pero quiero permanecer así para siempre.

No sé cuánto tiempo pasa, parece mucho y muy poco a la vez; de repente comienzo a escuchar un murmullo, una voz a lo lejos, aunque no consigo distinguirla. Al principio se me hace fácil ignorarla, sin embargo, poco después se hace más fuerte y clara, pero aún amortiguada; parece que me está llamando. Suena como Lucy.

"¡Es verdad, Lucy!". Aquel pensamiento es suficiente para traerme de golpe a la realidad, con lo que abro los ojos de par en par con el pulso acelerado. Lo primero que consigo ver es un par de ojos color marrón mirándome atentamente.

—¿Natsu? —la chica rubia pregunta con un atisbo de sonrisa.

—¿Y bien? —pregunto, algo adormilado—¿Cómo me veo?

—Como Natsu, obviamente —sonríe, esta vez en serio. Tengo un impulso de reír ante eso, pero eso despierta un dolor en mi pecho, que me saca un quejido—. ¿Te sientes bien? —ella pregunta con un gesto preocupado.

—Me duele todo y estoy tan débil que no puedo moverme —confieso, aunque no puedo dejar de sonreír—. Pero dejando eso de lado, no recuerdo la última vez que me había sentido tan bien —hago una corta pausa—. Quisiera que estuvieras aquí.

—En ese caso, que bueno que vine —ella dice antes de agacharse para depositar un beso en mis labios. No sé si sea algún efecto mental, pero se siente mucho mejor que de costumbre, aunque haya durado apenas un instante.

Quiero repetirlo, sin embargo, hay otra cosa que invade mi mente en cuanto me hago consciente de ella y soy incapaz de contener la pregunta.

—Que estés aquí... ¿significa que todo salió bien? —necesito saberlo y la cara que pone Lucy me da a entender que no todo podía ser perfecto—. Lucy, ¿qué pasó?

La rubia toma algunos momentos y aparta la mirada hacia algún punto a su izquierda. Frunzo el entrecejo sin tener clara la razón y veo en la misma dirección que lo hace ella antes de abrir los ojos por completo al ver el entorno que nos rodea.

Todo está destruido, quedan apenas las ruinas de lo que era un templo en perfecto estado cuando caí inconsciente. No quería que fuera así, pero no tardo en notar las llamas que intentan consumir lo que queda; son mis llamas, no las confundiría nunca.

—Lucy, ¿qué pasó? —insisto, volviendo a verla, espero varios momentos, pero ella no dice nada. Estoy por preguntar de nuevo, cuando otra voz se hace presente.

—Veo que ya despertaste, Natsu —un escalofrío me recorre entero al escuchar aquella voz masculina resonando en mi cabeza, sin embargo, el alivio llega por montones en cuanto la reconozco.

—¿Gray? —lo busco en el lugar, pero no lo encuentro.

—Sí, soy yo, luego hablamos de esto. Ahora solo concéntrate en anular el contrato, de prisa; no nos queda mucho tiempo —dice apurado y bastante agitado. Me gustaría preguntarle qué demonios pasa, pero lo que dice es cierto, tengo que anular el contrato cuanto antes, ya tendré la oportunidad de abofetear a ese idiota por hacerse el misterioso.

Bien, llegó el momento que he esperado por siglos.

"Yo, Natsu Dragneel, tomando en cuenta que Zeref Dragneel incumplió el contrato que firmó conmigo, exijo como compensación que yo tampoco tengo que cumplir con mi parte nunca más, el contrato está roto, de aquí al final de los tiempos". Recito con un tono firme, esperando que sea suficiente. Luego de un par de segundos, una nueva punzada me atraviesa el pecho, esta vez mucho más fuerte. Durante un instante siento que me va a explotar el corazón, pero por fortuna, esto no dura y vuelvo al estado de tranquilidad en el que estaba antes.

Alma perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora