Capítulo único: Luz de vela.

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Las velas son encendidas en la oscuridad, nos aportan luz, guía y refugio hasta que se desgastan, hasta que toda la cera cae. Las velas te guían.

Mirabel es una joven vela que tiene un gentil futuro; Alma es una vieja vela que se desgastó hasta no dar más, dejando el legado como matriarca de los Madrigal.

La abuela Madrigal murió.

El encanto no mostró remordimiento, la voluntad del milagro era eso, pasar a otra generación y dejar lo antiguo, aunque no es que no quisiera a la mujer que ahora yacía dentro de un cajón en medio de la casita, alumbrada por la vela; solo que la familia, especialmente Mirabel, se mostró más dolida, y con ellos el pueblo que aguarda fuera de la casa bajo la lluvia que refleja la tristeza de la trilliza de cabello claro.

La muchacha de lentes se voltea a la puerta en busca de una figura conocida, en el viaje de su mirada solo se encuentra a su hermana mayor llorando desconsoladamente en el hombro de su prima y a su padre abrazando a su otra hermana. Presiona a su primito contra su pecho en busca de calor y consuelo.

La muerte de Alma Madrigal no solo significaba una pérdida, también significaba una ascensión, en donde Mirabel tendría que empezar a adoptar su papel como siguiente matriarca, como la cabeza de la familia. El encanto así lo decidió.

- ¿Saldrás? Hay muchas personas que quieren verte - una pacifica voz la regresa a su realidad, en donde se refugia en la soledad de su habitación. Voltea los ojos y se recrimina por haber dejado la ventana abierta, aunque lo más probable era que la casita haya abierto.

- No saldré, esa aún no es mi responsabilidad, no tan pronto, no sin ella.

- Ella no volverá.

- ¡Lo hará! Si el milagro pudo alzar montañas y crear una casa de la nada, que me traiga a mi abuela de regreso ¡Ahora! - tira el peluche contra la pared, el pequeño jaguar que ella misma había elaborado es atrapado por la casita.

Los ojos marrones se mantienen fijos en los contrarios, no había rastro de llanto de ese día o del anterior. Su acompañante baja un pie a la fría madera, su cuerpo ligero no produce ruido alguno, ni su voz es perceptible.

- Mañana bajaré, ella estará ahí, regañando a Camilo por sus bromas o a mi por estar ahí, por sobresalir por ser nulamente excepcional.

- ¿Eso te reconforta? - dos pasos más, cada vez más cerca de la cama, cada vez más cerca de Mirabel.

- Mamá hará el desayuno, que de ser posible, la rejuvenecerá unos diez años y querrá hacer ejercicio con Luisa, bailar con papá y con el tío Félix - tira del bordado de su falda, de la vela sobre su muslo - y yo la veré, la abrazaré, la abrazaré y la abr-abrazaré...

Como lo planeó, bajo muy tarde la mañana siguiente, corriendo por los pasillos del segundo piso y deslizándose por las escaleras, con su habitual saludo a la fotografía enmarcada de su difunto abuelo Pedro, que curiosamente, es acompañado de otra foto. Pasa por alto ese detalle y llega a la cocina, en done hay un plato servido y tapado con un trapo, sigue caminando hasta los platos sucios.

La intrusa que la sigue, se sienta en una silla sin siquiera moverla, solo es espectadora de los desvaríos de la joven Madrigal.

- ¿Vas a contarlos? - ve como comienza a contar los vasos y cubiertos usados - ¿Qué tal si Camilo se sirvió mil veces en platos diferentes?

- Mis tíos no lo permitirían y mamá no hace tanta comida en el desayuno - deja los vasos con desanimo y sigue con los platos. Su compañera se aproxima y pone la mano sobre el plato, guiando a Mirabel a soltarlo por la paz, el frío la abraza junto con un temblor bajo sus pies.

Luz de Vela | Mirabel Madrigal [One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora