Lugar de salida: Varsovia, Polonia.
—Puedo decir bonjour o... nique ta mere!
El insulto salió de su boca antes de lo planeado. Aleska se había agarrado el dedo medio con el cierre de su bolso.
Estaba sentada encima de este, con una mano sosteniendo su boleto de viaje y con la otra tratando de cerrar el bolsillo izquierdo, luego de meter una media que intentaba escaparse. Sin darse cuenta, Aleska aprendió dos cosas en una: que en francés "puta madre" se dice "nique ta mere" y que nunca hay que forzar un cierre sin mirar lo que estás haciendo, porque puedes agarrarte el dedo.
A su lado, su madre se agachó y, de un tirón, cerró el abultado bolsillo.
—Hija, no vas a Francia para hablar así. —su madre la miró con el ceño fruncido, pero Aleska sabía que su madre no estaba enojada. Estaba orgullosa de que estuviera aprendiendo francés, como ya se lo venía diciendo en los últimos dos meses.
Aleska, aún con su boleto en mano y con un dedo medio que había desprendido unas gotas de sangre, se levantó de un salto. Su madre sacó de su cartera una caja de curitas y le vendó un dedo, como cuando era pequeña.
—Tienes razón, mamá. Necesito el francés para comunicarme con buena gente. Peeeeero, ambas sabemos que viene bien saberme un par de palabras para insultar al primer hijo de su nique ta mere que quiera intentar algo conmigo.
Su madre podría haberle dicho que no dijera cosas como esa y que deseara que no le pasara nada. En su lugar, la miró con una sonrisa cómplice.
—Pero Aleska, para eso tienes el dedo que te acabo de vendar.
Ambas se rieron y se abrazaron, no sin antes guardar el boleto de viaje en la mochila de Aleska. Estaban en mitad de la estación de autobuses de Varsovia, Polonia, y eran las nueve de la noche de un particular día de verano. Aleska estaba sorprendida: era increíble pensar que la partida había llegado. Luego de meses y meses e incluso años, por más dramático que sonase, ella había logrado recaudar lo suficiente como para poder comprarse un pasaje. Dar clases a niños de primaria desde los 18, pasear perros, trabajar en la heladería cerca de la universidad...
No le alcanzó para comprar un pasaje de avión pero, a decir verdad, lo prefería de esa manera. Su hermano la había molestado muchas veces diciéndole que podía teñirse el pelo de azul, comer cosas extrañas y querer viajar por todo el mundo, pero que de ninguna forma podía tenerle miedo a los aviones.
Pero oh jo jo, claro que puedo, pensaba Aleska.
—Cuídate mucho, moje słońce. —su madre le acarició la cabellera, enjugándose unas lágrimas y llamándola con su apodo de cariño, "mi sol". —Llámame cuando llegues a París. O cuando estés por Alemania. O mejor directamente llámame cuando apenas estés en camino, ¿sí? Derek y yo queremos estar seguros de que llegues bien.
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Europa en autobús || #ONC2022
Teen FictionCrack, bum, crack. El autobús podía no ser lo más lujoso, pero Aleska lo prefería así. Y si hubiera juntado el suficiente dinero... Y si Varsovia y París no estuvieran tan cerca... Y si no tuviera un terror profundo y más que racional a los aviones...