Prólogo

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Verlo a él era ver el paraíso. Tocarlo era como acariciar el cielo. Besarlo era un pecado, pero sobre todo, amarlo era un privilegio, uno que quizá no estaba permitido.







Adda, o Addie como le decían sus amigos más cercanos, era una joven de 23 años. Autentica, que vestía diferente a lo que se usaba en este siglo, no porque quisiera ser importante, sino porque simplemente era su estilo, una combinación entre los 70s y 80s, una mujer que siempre lucía alegre pero que sin embargo era tímida. Los amigos que tenía podía contarlos tan solo con los dedos de una sola mano. Trabajaba en la cafetería del pueblo, en una esquina, donde todos parecían ser amables y conocerse. Su vida era simple, incluso un poco aburrida, hasta que un día llegó él y puso su mundo de cabeza.

Harry, un joven apuesto y amable de 32 años, trabajador y lo que se podría considerar rico. Rico en economía y vaya que rico en físico. Soltero y sin compromiso, así le gustaba a él. No quería comprometerse con nadie, no después de la más desastrosa historia de amor que vivió durante sus 20s; hasta que conoció a Addie, y ahí, junto a ella, descubrió que no solo la necesitaba, sino que la quería.

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