El gusto es mío

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Ir al trabajo era una odisea, y lo era más el saber que terminaste una carrera y no puedes ejercerla por la falta de empleos que hay en tu país. Es por eso que tuve que recurrir a la desesperación, esa que llaman "buscar trabajo de lo que sea", ahora trabajo en una pequeña cafetería que se encuentra en la esquina del centro de Londres. Mi labor ahí era variado, unos días era la que estaba detrás de la caja recibiendo y devolviendo el cambio; otros días me tocaba ser mesera y darles una sonrisa a todo el que visitaba «green coffe». No me pregunten por qué se llama café verde, porque la verdad no tengo idea. Como sea, me gustaba mi trabajo, aunque por supuesto que no es a lo que aspiro a ser toda mi vida.

—Addie —me llama Sara, mi mejor amiga— te toca atender la mesa 10, rápido.

—Ya voy.

Corro a ponerme el mandil y a atender la mesa 10. Veo a una señora, como de la edad de mi madre y me hace suspirar. Irte de casa de tus padres siempre será duro, no solo porque ahora tienes que pagarte todo tu, sino también el hecho de que mamá ya no está todo el tiempo.

Suspiro y muevo la cabeza para dejar de pensar en mi familia. Decido acercarme y como siempre, muestro una sonrisa tímida.

—Buenas tardes, mi nombre es Addie —me presento— ¿Le puedo tomar su orden?

La mujer me mira y me sonríe amable. Es muy guapa si he de confesar y además se ve amigable con esos dientes tan blancos.

—Oh cariño, si por favor —me dice— mi nombre es Anne, Addie. Me traes un café americano.

—Claro Anne —le sonrió y anoto el pedido en la pequeña libreta que siempre cargo conmigo— ¿Algo más que pueda ofrecerle?

—Oh no cielo, es todo por el momento, estoy esperando que mi hijo venga —me informa— cuando él esté aquí te llamaré para que nos tomes nuevamente la orden. Es un poco impuntual.

Me río ante su último comentario y simplemente le digo que estaré al pendiente y me alejo.

Más tarde, en lo que estoy atendiendo a otra mesa, se hace escuchar la campanilla, anunciando que ha llegado otro cliente. Miro hacia donde está la puerta y mis ojos se maravillan. Un hombre un poco mayor, pero no tanto como para decir que es un anciano, se hace entrar y mira a su alrededor buscando algo o a alguien. No puedo evitar verlo de pies a cabeza, lleva un pantalón marrón de vestir, una camisa negra arremangada hasta sus codos, unos vans blancos un poco sucios, e incluso me atrevo a decir que debe ser descuidado con su calzado; lleva varios anillos en los dedos de las manos y un collar de perlas; su cabello luce un poco largo y despeinado; sin embargo, de todo esto lo que más llama mi atención son sus ojos que desde donde estoy parada puedo notar que son claros, no se reconocer si son azules o verdes pero definitivamente parece que me he quedado sin aliento.

El hombre camina con una sonrisa amable hasta la mesa donde atendí a la mujer bonita, Anne. Por lo que debo suponer que ese es su hijo.

Veo hacia ellos, y suspiro, y es cuando me doy cuenta que no estaba respirando. Respiro profundo y me arreglo mi atuendo realmente sin ninguna intención en claro, pero es simplemente el querer lucir bien dentro de mi jornada de 12 horas en la cafetería.

Me doy cuenta que Anne me mira y me llama con su mano. Me impresiona que pareciera que esa mujer nunca deja de sonreír y ser amable.

—Hola, ¿Ahora sí desean ordenar? —pregunto con una sonrisa tímida y por algún motivo evito poner la mirada en el hombre sentado frente a Anne y centro mi vista en mi pequeña libreta esperando a tomar las órdenes.

—Si, cariño. Addie, este es mi hijo —me dice Anne, sin embargo continua— a mi me traes este sandwich que se ve delicioso —me señala una de las opciones de la carta.

—Soy Harry —habla el hijo de Anne, quien ahora se no olvidaré su nombre.

Me es inevitable voltearlo a ver y ahora estoy cien por ciento segura de que sus ojos son verdes, y puedo fijarme en sus facciones. Nariz recta, labios rosados y carnosos y por supuesto, como su madre, dientes perfectamente alineados y blancos.

—Eh niña —Harry llama mi atención— te pregunté que ¿cuál sería tu recomendación de este lugar?

Agitó la cabeza para volver a mi realidad y soy consciente de que me he ruborizado, Harry se muerde el labio inferior deteniendo una risa que se que se le quiere escapar ante mi reacción.

—Te recomendaría el baguette vegetariano y de tomar, el te de menta, es delicioso y en lo personal es mi favorito —le digo un poco a prisa.

—Pues tráeme eso niña —me dice con una sonrisa— por favor.

Anoto lo más rápido que puedo y miro de regreso a Anne.

—¿A usted se le ofrece algo más?

—Otro café americano mi cielo, por favor.

—Enseguida les traigo su orden.

Me alejo de ahí un poco nerviosa y hasta ahora es que me doy cuenta que me están sudando las manos, por lo que me las seco en el mandil.

Le doy la orden a Sara, quien hoy le tocó estar a cargo de la caja registradora. Y anota el total de la cuenta de aquellos dos personajes.

—¿Y ahora a ti que te pasa?

—¿Viste al hombre que entró hace un momento?

—¿Quién?

—Aquel de allá —le señaló asegurándome que nadie me esté mirando— el que está sentado con aquella mujer.

—Ah ya —dice— ¿Qué tiene?

—Me he puesto nerviosa, es apuesto —le digo sinceramente— y me ha cachado mirándole.

—Wow, vaya, ¿Te gusta? —Sara se sorprende— creo que es la primera vez que te he escuchado decir que te gusta alguien.

—Ay, cállate —le digo en broma— tampoco es como que me haya enamorado o algo así, simplemente es como un crush —le digo algo divertida— además se ve mayor.

—¿Con que mayor no? —me mira alzando las cejas— dicen que los mayores son los mejores en la cama.

—Iugh Sara, no quiero saber eso —le digo con cara de asco.

—Ay amiga, créeme que cuando pierdas tu virginidad no querrás parar —se ríe— además, eso de ser virgen a los 23 y en el siglo XXI es muy aburrido.

—Pues seré aburrida hasta que yo quiera dejar de serlo —le digo sacándole la lengua.

Me da un golpecito en el hombre y alistó las charolas con el pedido de la mesa 10 donde Anne y Harry pertenecen.

Las llevo y se las sirvo delante de ellos. Al hacerlo con la orden de Harry me tiemblan un poco las manos sin embargo lo ignoro.

—Muchas gracias Addie —me dice Anne.

—No hay de qué —le sonrío— si necesitan algo más no duden en llamarme.

Me doy media vuelta para irme de vuelta a dónde está Sara. Sin embargo una mano me detiene.

—Es un gusto conocerte Addie —me dice Harry con una sonrisa.

Me sonrojo un poco, y un poco nerviosa le miro directo a los ojos tan preciosos que tiene.

—El gusto es mío, Harry. —le devuelvo la sonrisa y me voy de ahí.

Aunque me ha soltado aún puedo sentir su toque en mi muñeca y por alguna razón me encanta.





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