2: "Mi sexualidad, era mucho más amplia"

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Supongo que nunca es fácil enfrentarte a algo que sabes con certeza que va hacerte sufrir. Es mi caso ahora mismo, no quiero verla, no quiero escucharla y mucho menos quiero hablarle.

No sé qué inventarme para no pasar por esta situación tan desagradable para mí.

Chloe y Mía se han ido hace un rato, me han dejado un tiempo prudencial a solas, para que pudiera pensar que hacer y que decir.

Es justo lo que estoy haciendo ahora, mientras tomo una larga ducha. De esas que renuevan tu cuerpo, y que te hacen destensar todos y cada uno de los músculos que forman el cuerpo.

Es ahí cuanto todos los recuerdos vuelven a mi mente con fuerza, rompiéndome el corazón una vez más.

Éramos amigas, éramos de esas personas que con solo mirarse sabían lo que pensaba la otra. No puedo negar que poco a poco mi corazón se confundía y empezaba a verla de una forma diferente.

No lo entendí hasta ese ocho de marzo. Ese día todo se jodió.

Suena el timbre de casa e imagino que debe ser María, se habrá olvidado las llaves, suele pasarle.

Salgo de la ducha, me enrollo con una toalla el cuerpo y hago lo miso con le pelo. No tengo tiempo ni para ponerme las zapatillas y odio pensar que voy a dejar la marca de mis pies en el suelo.

Luego lo limpiaré, no me gusta nada la suciedad o cualquier otro signo de que algo no está en su sitio. Como diría Chloe: zanahoria, estás putamente obsesionada con la limpieza.

Yo la regañaría por sus palabras y ambas nos reiríamos.

-Voy- digo en voz alta mientras camino hacia la puerta.

Abro en un segundo y todo mi mundo se me viene encima. No puede estar aquí, fui yo quien dije que decidiría el momento en que la vería.

Una vez más toma ella la decisión sin tenerme en cuenta, es algo que le encanta y que odio que haga. Y lo sabe.

-Roxana- susurra mirándome fijamente, analizando cada parte de mi rostro.

Me siento expuesta y más por la vulnerabilidad que presento ante la situación de estar con simples toallas.

-Lo siento, voy a cambiarme- susurro dándome la vuelta sin cerrar la puerta.

Sé que no vale la pena intentar cerrarla, siempre consigue lo que quiere y esto no será la excepción. Lo mejor es enfrentarla, pero no puedo hacerlo medio desnuda.

Si ya de por si me cuesta hablar, hacerlo en estas circunstancias todavía más. Hubiera preferido que respetase mi espacio, mi tiempo y mis decisiones.

Ese hubiera sido mi deseo, lo perfecto, pero la vida no es perfecta, más bien es todo lo contrario, y ya empiezo a estar acostumbrada.

Me cambio tan rápido de ropa que no soy consciente de que llevo una camiseta rosa y un pantalón amarillo hasta que paso por enfrente de un espejo.

Niego con la cabeza sin darle importancia. No es el momento de pensar en el vestuario y mucho menos por ella. Ya no, ya no tiene importancia, hace años que dejó de tenerla para mí.

Camino por el pasillo y la veo mirando por la ventana, de espaldas a mí. Me permito esos segundos para analizarla. Tiene el pelo oscuro, como siempre pero mucho más largo.

-Ya estás aquí.

Me asusto cuando se da la vuelta, pero trago saliva y enderezo los hombros para darle la sensación de seguridad. Seguridad que evidentemente no hay en mi cuerpo.

-Yara- susurro en respuesta.

-No sabes cuánto he extrañado escucharte decir mi nombre.

No se mueve del sitio, y lo agradezco, por que si se acerca, me alejaré y no quiero hacerle daño.

INFINITOS DIAMANTES {#3 Triología Diamantes }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora