Desplazado II

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Sabito parpadeó un par de veces, dirigiendo su mirada al cachorro que Giyū cargaba entre sus brazos como si fuera el más preciado tesoro, luego se fijó en el rostro de su compañero.

—¿Puedes repetir eso? Creo que no escuché bien.

—Él es Senjurō, mi cachorro _Sabito alzó su mano deteniendo las palabras de Giyū.

Se quedó en silencio un buen rato, esperando que su cerebro procesará correctamente la información.

La primera vez que escuchó al azabache llamar al rubio su cachorro, lo atribuyó a un error en su oído al captar el mensaje, más ahora que Giyū repitió las mismas palabras, estuvo claro para él que su amigo se había golpeado muy fuerte la cabeza en la noche anterior.

—Giyū, te he conocido casi toda mi vida, ¡Tienes solo trece años! créeme, yo sería el primero en saber que tienes un cach _Detuvo sus palabras de golpe al ver como la calidez presente en los ojos lapislázuli pasaba a un frío océano que amenazaba con usar fuertes corrientes para arrastrarlo a la profundidad.

Sus ojos se abrieron por el shock al tiempo que soltaba una exhalación exagerada.

Giyū nunca lo miró así, su mirada para él era admiración y adoración que lo hacía inflar su pecho, esa mirada que le estaba dando, estaba reservada para los demonios.

—Es mi cachorro, yo me haré cargo de él _Sin esperar una réplica, empezó su caminata, debían encontrar una posada para quedarse a dormir mientras esperaban que el manto del crepúsculo cubriera el cielo.

Sabito sintió que su mundo se desestabiliza, él que era la única persona importante para Giyū ahora estaba siendo desplazado por un desconocido cachorro.

¿Dónde estaba ese dulce niño que hasta hace unas horas lo tomaba de la mano para caminar?

Sus ojos no pudieron evitar recaer en el cachorro que insistentemente restregaba su naricita roja contra el cuello de Giyū, buscando la protección en el olor del omega.

Él que conocía casi toda su vida a Tomioka, sabía lo cuidadoso que era con su glándula de olor, respondiendo con golpes cada que alguien intentaba acercarse demasiado, pero ahí estaba ese cachorro, restregando en la cara de Sabito que esas reglas no aplicaban igual para todos.

—Mami... Yo... _Su voz se convirtió en un susurro apagado, al mismo tiempo que sus mejillas regordetas se tornaron rojizas.

Lo que menos quería era molestar a su madre con peticiones demasiado exigentes, menos cuando estaban tan cerca de un desconocido.

—Tranquilo _La mano acarició el cabello esponjoso— Puedes decirme lo que quieras, no me molestaré _Para reafirmar sus palabras, su mejilla se restregó con la de Senjurō bañandolo de forma involuntaria con su aroma.

—Gracias mami _El pequeño rubio se separó del hombro del Omega, mirándolo con ojos brillantes, que brillaron con más fuerza al ver como su madre le daba la sonrisa más hermosa que hubiera visto, casi por instinto, él regresó la cálida expresión— Yo... Tengo hambre.

Sabito se mantuvo unos minutos en su sitio, viendo fijamente la tierra debajo de sus pies, la pesadez se asentó en su cuerpo, esa sonrisa era solo para él.

—Vamos a comer entonces _Giyū acaricio el rubio cabello, reanudando su andar.

El de cabello salmón tragó saliva, toda esa situación le daba un mal sabor en la boca.

Giyū nunca lo había ignorado tanto tiempo, ni siquiera cuando accidentalmente lo hizo caer en el río del monte Sagiri, cuando Urokodaki claramente les dijo que no tenían permiso de salir.

Petit Chiot (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora