La lluvia había cesado por fin, sin embargo el roció impregnaba los verdes herbajes que escaseaban sobre el pedregoso suelo de un largo camino, un camino marcado por las invisibles huellas de los que caminaron sobre él desde hace generaciones, ademas de las marcas de las innumerables carretas que con el tiempo se volvieron señales de un camino comercial. El sendero advertía el recorrido que hicieron diversas personas, seguramente durante cada una de las estaciones del año. Ella supuso que algunos tuvieron la suerte de ver desde los fríos colores de invierno hasta los cálidos tonos de verano. La carreta en donde ella se hallaba transportaba verduras. Sus dueños, dos hombres que llevaban firmemente las riendas del caballo mantenían la esperanza de conseguir mejores oportunidades en la gran ciudad feudal.
Ella situada en la parte trasera bajo un panel que servía como techo sobre su cabeza, acomodada entre los sacos de lechuga observaba como la puesta de sol pintaba de amarillo las montañas que se iban alejando. Por surte aquellos granjeros se ofrecieron ayudarla dándole transporte hasta Martadar, era un camino demasiado largo que le hubiera costado días para recorrer. Durante horas había avanzado por la carretera comercial en dirección a la ciudad feudal, a través de un camino pedregoso rodeado de un paisaje salpicado de llanuras y montañas empinadas. Cuando emprendió el viaje hace dos días de noche, había dejado atrás Engradar para dirigirse a Martadar. No tenía ni idea de cuando llegaría, pero ahora estaba casi segura que bastarían tan solo algunos minutos para poder divisar las grandes torres del castillo de Cabeza Dragón.
El silencio del camino de apoco era aplastado por el retumbar de las ruedas y la comodidad era quebrada por los saltos que realizaba la carreta cuando surcaba sobre algun montículo o roca expuesta. Aquello lograba despejar el sueño que intentaba diluir su mente
Los hombres mantenían una baja conversación sobre la cantidad de comida que podrían vender en la gran ciudad o la posibilidad de aumentar el precio de las verduras dos capitales más. Ella por otro lado coloco su brazo en el interior de un pequeño estuche que colgaba en su cintura y saco un trozo de carne seca y le dio un mordisco luego de llevarlo frente a su boca; comenzó masticar su áspera constitución mientras intentaba concentrarse en su comida cuando una fuerza invisible la obligo a sujetarse para no caer de espaldas sobre la caja de zanahorias. La carreta había frenado bruscamente. ¿Ya hemos llegado? se preguntó. Guardo el restante de carne que le quedaba y apoyo bien sus piernas para bajarse de su trasporte.
Ella bajo de un salto al suelo y sacudió sus oscuras prendas, llevaba unas botas de piel negras ajustadas por medio de diversos cintos por todo lo alto de las botas que se alzaban hasta cubrir gran parte de sus muslos, un short mostraba más cinturones que sujetaban diversos estuches y pequeños bolsos como la palma de una mano. Una negra chaqueta de cuero apretaba sus brazos, se abría en su pecho y terminaba en forma de V por detrás de las rodillas. En su escote llevaba más cintos que fijaban más envoltorios además de dos finas espadas difíciles de no hacerse notar.
El sol comenzaba a arder así que se colocó la gran capucha sobre su rostro donde los cabellos negros decencia a ambos lados de su torso.
Se giró solo para ver a ambos propietarios de la carreta frente a un grupo de lo que parecían soldados armados. Subió la vista y contemplo en la lejanía a la gran ciudad de Martadar, las enormes torres que atravesaban los cielos, la circunferencia del castillo de cabeza dragón que se alzaba imponente en el firmamento y la gran muralla blanca que se extendía por todo el horizonte.
Volvió a centrar la vista al frente mientras asomaba exclusivamente la cabeza, supuso al ver a los soldados que se trataba de algunos guardias marteños, quizás solo estaban controlando el paso hacia su ciudad. Oculto su rostro mientras su espalda se apoyaba en la parte trasera de la carreta y adquirió nuevamente su cacho de carne.
No supo cuánto tiempo estuvo allí parada, sin moverse, sin saber qué hacer. Solamente esperando poder seguir su camino. Su mirada volvió a tornarse cuándo un estallido de discusiones termino en gritos de dos hombres que llamaron su atención. Uno de los que había conducido la carreta yacía en el suelo inmóvil mientras que su acompañante se desmoronaba de rodillas a casusa de la espada de uno de los soldados. Ambos hombres habían sido pasados por la espada de los soldados armados.
— ¡Revisad la carreta y tomad toda su mercancía! —indico el que parecía estar frente al grupo. En cuanto a las facciones de los soldados, reflejaban el aspecto de hombres de instintos bajos y vulgares, aunque notablemente bien dotados físicamente y armados hasta los dientes
Por un instante la mirada de ella se cruzó con la del soldado que inspeccionaba la carreta detenidamente. Ella escondió instintivamente su rostro luego de hacerse notar esperando que aquel hombre rubio no la hubiese visto.
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Cronicas de DeusDragon I :La Danza de Las Hiedras
FantasíaEn el inmersivo y fantástico mundo de las tierras profundas. Sobre un gigantesco continente nacen las cunas de las nuevas guerras de conquista que se ha extendido por todo el DeusDragón. Un mundo donde las fauces exigen los cuerpos de los caídos y l...