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Siglo XXII

California del Sur

Narrador Omnisciente

Lauren caminó hacia el estacionamiento con los rayos del sol tocando su rostro. Achino sus ojos verdes y buscó el auto de su abuela apra ayudarle con sus paquetes.

Al menos dos veces a la semana su abuela iba al centro comercial para llevar alimentos o utensilios que su esposo y ella necesitaran en tan alejada granja que dirigian.
Sus abuelos vivían a las afueras de la ciudad, ellos cuidaban la mayor parte de los productos agrícolas cómo parte de su día a día, desde que su hija los echó de su casa.

Después de todo, volvieron al lugar donde vieron crecer a su única hija y los recuerdos de lo que su hija era antes de tener una empresa existosa a su nombre.

—Me da gusto que tú llegues y no tu madre. Hasta su voz fingida es intolerante—dijo su abuela al tener a Lauren al lado.

—Ella me envió—contestó la ojiverde en su simple tono neutral.

—¿Quiereres ir al pueblo de tu papá?—preguntó notando el tono triste de su primera nieta.

—No lo sé. No sé si deba recordarlo cuando a él ya no le intereso—dijo con pesar porque desde hace más de cuatro años no hacía videollamada o su padre volvía.

Ella tenía lindos recuerdos de su padre, su padre siempre le mencionaba que ella era su orgullo. Aceptó la sexualidad de su hija y procuró ser cuidadoso con el trato desde que ella cumplió once años. A veces hablaba con ella por teléfono o videollamada pero nunca volvió por ella. De alguna forma le abandonó cuando ella cumplió trece años.

—¡Lauren!—dijo su abuela—. No te reprenderé porque ya tienes suficiente en esa casa del terror pero tu padre te ama. Nunca debes olvidar eso.

La mayor de los Jauregui Morgado guardó silencio, si respondía la plática se haría más larga y no necesitaba discutir con su abuela, ella era una mujer muy mayor y no tenía la culpa de sus propios problemas o traumas.

Dejó la botella helada que le dio su mamá en un muro y comenzó a cargar las cajas pesadas a la camioneta, eran algo más de diez y aquello confundió a Lauren. Sus abuelos no solían llevar tanta mercadería a su pueblo.

—De todas formas no podré ir. Hoy saldré con Dinah, pasaremos año nuevo en un campamento—dijo después de cerrar la maletera del auto.

Cogió la botella y comenzó a abrirla fruncinedo el ceño por la luz que caía a sus ojos. Justo cuando el pico de la botella estuvo cerca de sus labios sintió un fuerte golpe en el costado de su mandíbula y en sus tres dedos del medio de su mano que sujetaban la botella.

El refresco fue tirado y vaciado en el suelo. Lauren miró la pelota de futbol en el asfalto y luego observó el lugar de donde provenía.

Era un campo enrejado de niñas jugando fútbol, llevaban uniformes escolares y justamente miraban hacia donde estaba ella.

—¿Estás bien? Te han sacado sangre—se pronunció su abuela yendo a cuidar a su nieta.

Le colocó un poco de papel en el labio que sangraba y luego miró con colera hacia el campo en dónde un par de niñas cruzaban la pista para recoger la pelota.

—Pero—se quejó porque no supo qué le había sacado sangre hasta que vio sus uñas largas cubiertas con ligera sangre—. Ah, fueron mis uñas—se acercó al retrovisor para mirar el rasguño mientras su abuela iba por el botiquín.

De pronto agitadas aparecieron dos niñas de no más de doce años, con pantalones cortos y con el emblema de su colegio en el polo.

—Hola—dijo un voz femenina cargada de culpa cerca de ella, levantó la vista y delante del vehículo se encontraba una niña con el balón entre su cintura y brazo derecho— Les dije varias veces que no sé jugar, soy demasiada chueca y no sé cómo he podido lanzarla tan lejos, disculpame porfavor—pidió mirando los ojos verdes.

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2023 ⏰

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