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Contando con esta, van tres veces que voy quedándome dormido en mi asiento y volviendo a despertar de manera brusca. ¿Es así como suelen dar la bienvenida a los estudiantes nuevos? Porque, vaya, apenas es el primer día y a mí ya me han quitado toda la motivación que tenía.

Miro a mi alrededor para espabilar un poco. Lo único que veo son caras desconocidas, pero ya he cruzado miradas con por lo menos quince personas y las he saludado como si fuéramos amigos de toda la vida. Digamos que socializar es mi fuerte, así que esa parte la voy a tener sencilla. Lo único en lo que tengo que enfocarme ahora es en intentar mantenerme despierto hasta que la ceremonia termine y me pueda ir a mi habitación.

Tengo que admitir que el sueño que tengo no solo se debe al discurso aburridísimo de mi nuevo director. Anoche mis padres y yo tuvimos algo muy parecido a una fiesta pequeña en un hotel no muy lejos de aquí. Antes de que alguien nos tache de irresponsables, voy a aclarar que la fiesta fue nuestra despedida: ellos no podían estar aquí hoy para la inauguración, así que nos encargamos de celebrar lo suficiente ayer. He dormido algo así como cuatro horas, pero ha valido la pena. Después de todo, no los voy a volver a ver por lo menos hasta las fiestas de diciembre.

La idea de que yo viniera a este internado fue de mi padre. Lo discutimos hace no demasiado, me dijo que, ya que son mis últimos dos años en la escuela, sería bueno que fuera acostumbrándome a lo que sería la vida sin ellos: la vida en la universidad. Además, me convenció diciéndome que aquí habría una sorpresa esperándome, aunque no me quiso decir cuál era. Soy curioso, no pude con mi genio. Así que aquí estoy.

—Y, por último, estudiantes, ¡solo diviértanse! —exclama el hombre que lleva hablando más o menos toda la eternidad.

¿Ya terminó, entonces? Ojalá hubiera tenido la oportunidad de hablar con alguien para preguntarle cómo funcionan las cosas aquí. ¿Me puedo levantar ya? Me siento cansado e impaciente, haber pasado tanto tiempo callado me está pasando factura. No soy una persona callada. Todo lo contrario, me han dicho toda la vida que lo mío es llamar la atención. No lo voy a negar, eso me gusta.

Para mi alivio, todos a mi alrededor comienzan a levantarse. Los padres, que se han ubicado en las gradas posteriores del coliseo en el que se está realizando la inauguración, se ponen de pie y se encuentran con sus hijos, así que me alejo un poco del barullo: no tengo nada que hacer aquí. Aprovecho para alcanzar mis maletas (todos las dejaron en grupo en la esquina del coliseo antes de ocupar sus asientos) y esperar a que alguien me diga que hacer. Lo único en lo que puedo pensar es que, en algún punto de este lugar, hay una cama cómoda esperándome.

Alguien me toca el hombro y yo me giro para enfrentar a quien sea que haya sido. Resultan ser dos chicas: una de ellas muy delgada y de pelo rojo lacio y la otra bajita y regordeta con rizos azabaches, las dos me miran de la misma forma, tienen los rostros ruborizados y se ve que hacen sus mayores esfuerzos para no reírse.

—Hola —sonríe la de pelo negro con un hilillo de voz.

—Hola —le devuelvo con una sonrisa amable.

—¿Eres nuevo?

—Sip. Will Robinson, mucho gusto.

—Grace Harris —me sonríe, su amiga no puede reprimir una risita y sus mejillas se ponen todavía más coloradas.

—Lindo nombre —comento, para después dirigirme a la pelirroja—. ¿Y tú eres...?

—Jenna —murmura.

—Mucho gusto, Jenna, me gusta tu cabello —halago.

No sé si ha sido bueno o malo de mi parte, porque a la chica parece avergonzarle tanto mi cumplido que se queda muda y se le pone la cara marrón.

You are all I need © [AINIY #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora